(En este texto, todas las apariciones de la palabra "*ker" han sido sustituidas por "*ker")Me acuerdo en este momento de dos narraciones de Jago. En una, creo que fue en los comentarios de este blog, Jago asistía una manifestación antinuclear disfrazado de hombre-cliché pronuclear. En la otra,
que apareció el otro día en su blog, iba infiltrado a un curso del ejército inglés sobre "qué debe hacer la población civil en caso de ataque nuclear" (la respuesta es: mayormente, cubrir las ventanas con papel marrón). En ambos casos, la historia concluye con Jago salvándose por los pelos de ser agredido físicamente. Valga la observación de que las dos tribus (los antinucleares y los pronucleares) terminan uniéndose espiritualmente en su recurso a la agresión del individuo.
¿Podemos evitar concluir que el ser humano propende a afirmarse pegando guantazos, metafóricos o no, al primer desconocido que pille? Podríamos decir (sólo si quisiéramos, claro) que Jago incurrió en la provocación las dos veces, aunque de formas distintas: una vez finge pertenecer a la tribu de enfrente, la otra de hecho pertenece pero finge no hacerlo. Podríamos decir: les engañó y no me extraña que se enfadaran con él.
Sin embargo, voy a relatar a continuación una historia real que me ha acontecido en los últimos meses y ha alcanzado su conclusión hoy. En ella, consigo lo mismo que Jago pero sin fingir nada. Esta es la lección esencial:
la voluntad de agresión crea sus propias excusas.
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La historia tiene dos protagonistas, a los que podemos llamar G. y L. En mayo, como conté aquí, tuve un encuentro blogosférico con G. La verdad es que G. es una persona muy desagradable, amén de tener problemas verdaderamente serios de comprensión lectora. O fingir tenerlos.
En sus repetidas invectivas contra mí, hubo un calificativo que me llamó la atención: me acusó de ser un "magufo de libro". "Magufo" es un término peyorativo inventado por la tribu de los "escépticos" para insultar a quienes creen en cosas paranormales de esas. A su vez, los "magufos" llaman "arpíos" a los "escépticos". Y todo esto, personas mayores de edad.
(El que me acusara también de ser el tipo de persona que llamaría "pedófilo" a alguien por no estar de acuerdo conmigo, simplemente porque no estaba de acuerdo con él, me sorprendió menos, dado que leo su blog hace años.)
El caso es que lo de magufo me provocó una reflexión profunda. Ahí estaba yo, teniendo una conversación con M. sobre modelos ANCOVA cuando, de repente, hago unos apuntes completamente obvios sobre la ciencia, en apoyo de las ideas que defendía M., y resulta que para G. soy un montón de cosas
y un magufo de libro.
Lo que dije fue:
Yo estoy con Miri en no entender la idolatría de la ciencia que practican muchos autocalificados "escépticos". La ciencia tiene dos partes: plantear modelos y sacar conclusiones de ellos (podemos hacer más divisiones pero esta es la que me interesa en este momento). Los modelos no pueden ser ni verdad ni mentira; el problema está en la parte "sacar conclusiones" ya que hay quien cree que las consecuencias que "se siguen" del modelo son "verdad".
La ciencia viene a ser un procedimiento para distinguir ciertas "afirmaciones certificadas" y (si yo la entiendo) Miri se limita a exponer que: a) Aunque estén certificadas no tienen por qué ser ciertas, y por tanto no tiene uno por qué creer "al 100%" que son ciertas, b) Los métodos de certificación aceptados tampoco tienen por qué ser correctos (y, de hecho, no lo son).
Esto me parece tan obvio que no sé muy bien cuál es la discusión.Tal fue mi pecado: decir un par de obviedades, y ya se puso G., que parece groseramente ignorante sobre las cuestiones que tocaba, a repartir certificados de cientificidad y maguficidad.
¿A qué conclusión llegué? Me dije: contemplemos los hechos. Yo soy un científico, creo en la Ciencia, de hecho le dedico buena parte de las horas de mis días, jamás he comprendido cómo alguien puede creer en los fantasmas, los OVNIS, la telequinesia o lo que sea, y aquí estoy en el blog de una persona que se autocalifica como "escéptica", o sea que afirma pensar lo mismo que yo. Sin embargo, yo no soy escéptico sólo sobre la pseudociencia sino también sobre la ciencia, y para G. eso me convierte en un "magufo de libro". Juraría que aquí el más escéptico de los dos soy yo.
Esto me llevó a preguntarme:
¿cómo de escépticos son realmente esos autocalificados "escépticos"?Entonces pensé el siguiente protocolo experimental para mis comentarios en dos blogs de "escépticos", G. y L., que leía hace tiempo:
1. No hacer comentarios que no haría normalmente.
2. No hacer comentarios que no reflejen mis verdaderas ideas, ni inducirles maliciosamente a pensar que mis ideas son otras.
3. No atender a las partes de las réplicas que no guarden ninguna relación con lo que yo estaba hablando o que desfiguren de forma obvia mis palabras.
4. No ocultar la dirección de mi blog, en el que se puede comprobar fácil y fehacientemente el grado de contento que me producen las pseudociencias, la ciencia basura, etc.
5. No proceder, en ningún caso, a ocultar en mis comentarios parte relevante de mis ideas.
Parece un protocolo justo. Yo me limitaría a no corregir las falsas ideas que G. y L. se hicieran sobre mí, o se hubieran hecho ya (empecé por no hacer el menor comentario a G. sobre el anatema "magufo" que había lanzado sobre mí). Y la pregunta era:
Pregunta:
¿Cuánto tiempo tardarían en decirme que mi sitio está en el programa de *ker Jiménez? (No otra cosa sino esa. Estamos hablando de palabras mayores.)
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Claro, conocer mi opinión sobre *ker Jiménez estaba
a unos clicks de distancia, aparentemente demasiado lejos. Esa opinión es, en líneas generales, la misma que la de G. y L. Salvo en que mis entradas de "Radio Nocturna" tratan a Jiménez con mucho más sarcasmo del que recuerdo haber visto nunca en mis años de lector de G. y L.
Conocer mi opinión sobre cualquier otra cosa estaba igualmente cerca, ya que mi correo electrónico no es un secreto: basta entrar en mi perfil de Blogger.
Cerca, lejos... esto parece tan complicado como un episodio de Barrio Sésamo. O más.
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El resultado de la experiencia es como sigue.
El 22 de noviembre, L. escribía en su blog:
Como sea, dado que la anterior parte de la saga fue seguida incluso por científicos de renombre, de esos que acudirían al programa de *ker para dejarse tergiversar por unos minutos de gloria, si aquí cometemos imprecisiones, ellos vendrán corriendo a corregirnos y matizarnos en su incansable labor pedagógica para con el inferior intelectual, que para eso son científicos de renombre.Ayer 12 de diciembre, G. escribía en su blog:
Recordemos todos aquellos topicazos sacados de la manga, dignos de rivales dialécticos tan toscos como un simple *ker Jiménez (corre a su programa, estará encantado de recibirte), como que los escépticos somos “idólatras de la ciencia” o que creemos que “todo el conocimiento está establecido”.No voy a responder aquí a la basura que han arrojado a la blogosfera ninguno de los dos, u otros, en el proceso de este experimento (experimento = observación de la realidad bajo condiciones controladas) o antes.
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Y ahora que el ejemplo está reciente, voy a explicar lo que pienso de los "escépticos". Nótese que hablo de los "escépticos" y no de los escépticos.
Es importante que una sociedad critique sus creencias. En una sociedad en la que la percepción de la realidad se conforma en gran medida a través de la interposición de los medios de comunicación, es esencial que también el individuo se resista al moldeamiento de su pensamiento por fuerzas que pretenden separarle de parte del dinero que genera.
Miles de mercachifles, embaucadores y estafadores buscan la forma de llegar a nosotros. Cuando algunos de ellos alcanzan una posición de preeminencia en los medios de comunicación, o cuando se hace política insensata con la salud y otras cosas de comer, la sociedad está bajo una cierta amenaza.
Esta amenaza es idéntica en naturaleza a la de cualquier otro que pretenda sacar tajada de la credulidad ajena desde una plataforma que permite que miles o millones le oigan. Por tanto, muchos son mucho peores que esos a los que tanta rabia tienen los "escépticos".
Además de un número de escépticos, o personas activas contra la pseudociencia, la superstición o lo que ellos quieran, prolifera en Internet una panda de impresentables "escépticos". Los "escépticos" se han apuntado al carro de la ciencia porque creen que es el caballo ganador. Su escepticimo hacia los mecanismos internos de la ciencia puede llegar a ser nulo. Pueden llegar a identificar un honrado científico mucho más escéptico que ellos con lo peor que se les ocurra. No saben lo que es una falacia ni han examinado nunca cuántas cometen ellos, pero encontraron una lista de falacias en la Wikipedia y se divierten acusando a quien se cruce con ellos de caer en tal o cual falacia, a menudo una cogida al azar de la lista y que lo mismo vale para un roto que para un descosido. Son fanáticos en su intolerancia hacia todo el que no vocee sus mismas consignas. Son hooligans que se creen "listos" porque ellos van con los que creen los ganadores. En realidad, la ciencia se la refanfinfla: ellos se metieron en esto para reírse de los "tontos" que defienden OVNIS o chicas de la curva. Pero su retórica es indistinguible. Son, en realidad y de hecho, parásitos de aquellos de los que se burlan. No pretenden corregir o enseñar a nadie sino, simplemente, echarse unas risas a costa de otros más inexpertos, más ingenuos, más crédulos, que han tenido menos oportunidades educativas, etc. Si entra en su blog un adolescente de 15 años mientras buscaba en Google información sobre *ker Jiménez y los OVNIS, se frotarán las manos. Seguramente le dirán primero que cae en la falacia de inversión de la carga de la prueba; a lo que responda desorientado, sea lo que sea, le dirán que cae en la del hombre de paja; luego echarán mano de la de "tu quoque", el "non sequitur" y dará igual que el infortunado pretenda tener una conversación normal. Ellos no quieren conversaciones normales sino gente de la que descojonarse. No pararán hasta que caiga en el insulto, que es su objetivo, entonces le dirán que los magufos siempre cayendo en el insulto, cuando ellos le han estado pinchando sistemática e inmisericordemente para hacerlo caer en él. Y se dirán quizá: qué listos somos, hemos liado a otro incauto. Pero ellos se hacen la idiota fantasía de que combaten en una guerra y que hacen una noble labor. El mundo de la ciencia se hundiría, si ellos no se rieran de los fans de *ker Jiménez. Hablan para su corifeo y creen que por vocear acusaciones a sus imaginarios "rivales dialécticos", estas se convierten en verdad. Hay quien, no conociendo ningún científico, cree que ellos representan la ciencia y que la ciencia es como ellos, y eso les aleja de la ciencia. Si no estás de acuerdo con su estilo, tu sitio es el programa de *ker. Echar mierda encima a quienes no se dejan llevar a su terreno, también son capaces de hacerlo abundantemente, como ha quedado demostrado con esta experiencia. Por lo tanto, son tan embaucadores, en el patio de su blog, como cualquier otro a quien critican... no por convicción intelectual, sino por amor a la pendencia y a reírse del prójimo.
En suma, lo suyo es basura embaucadora parásita blogosférica. Y pongo el "blogosférica" exclusivamente para suavizarlo.
O sea: son lo mismo que otros pero en hipócrita.