miércoles, 26 de octubre de 2005

Forza Ballico

Y es que una cosa lleva a otra. Acabo de recibir el enésimo mensaje de Emil Minchev insistiéndome en que sería muy bueno que publicara un artículo en su revista International Mathematical Journal. A mí me enseñaron de pequeño que no hablara con desconocidos y que no publicara en revistas sin índice de impacto (lo que ahora está viniendo a llamarse revistas "no JCR" que suena mejor), a pesar de que hay revistas altamente respetables, como Electronic Journal of Probability, que no tienen seguimiento de impacto en el JCR.

En cualquier caso, no puedo sino presumirle a Minchev una cierta simpatía, por aquello de que quién le habrá mandado hacer una revista autoeditada al pobre hombre. Qué pensará su mujer de esto, vamos.

Me he buscado la página web de la revista y he tenido dos sorpresas. Una, que había un artículo de Andrei Volodin (de la Universidad de Regina en Saskatchewan, Canadá), que nos mandamos emilios con el plan de escribir algún artículo conjunto en algún momento nebuloso del futuro cuando él visite España. Andrei es inexplicablemente prolífico; inexplicable no porque sea muy prolífico sino porque no me explico por qué ni para qué quiere publicar tantos artículos, además casi siempre escritos entre tres o cuatro personas. Como trabaja en un tema un tanto al margen del mainstream, la mayoría de su producción tiene que ir a revistas desconocidas sin índice de impacto, donde está claro además que no la va a leer nadie.

Pero a todo hay quien gane. El último número aparecido de la revista de Minchev contiene nada menos que SEIS artículos consecutivos de un tal Edoardo Ballico, de la Universidad de Trento. Lo más incongruente es que cada artículo tiene sólo dos o tres páginas. Es obvio que podría haber hecho uno de 15 páginas pero le apeteció más hacer seis. Al Sr. Minchev tampoco le ha importado publicarlos uno delante de otro.

Edoardo Ballico, según la base de datos MathSciNet de la que hablé otro día, ha escrito al menos 699 artículos, de ellos 64 publicados en 2005; teniendo en cuenta el tiempo entre la publicación y la aparición en la base de datos, esto nos da una estimación de unos 90 artículos para el 2005 (de hecho tiene 104 artículos aparecidos en 2004, este año parece que está un poco vago). Casi todos ellos de dos o tres páginas y en revistas no JCR.

¿Qué clase de sentido tiene esto?

Consultando a ojo el Science Citation Index, los últimos 100 artículos de Ballico (desde julio del 98) en revistas con índice de impacto han recibido un total de 9 citas (excluyendo autocitas). Unos 80, ni siquiera él mismo los ha citado. Como la utilidad de esta investigación es más que dudosa en términos bibliométricos, sólo cabe pensar que al hombre le basta con pasárselo bien y mandar los artículos a las revistas por medias docenas.

martes, 25 de octubre de 2005

El Quijote y los catedráticos de viento

El mundo, ese lugar a veces familiar, a veces extraño. Sobre todo cuando uno encuentra cosas como "Teoría de la (endo) lectura literaria del Quijote" de un tal Manuel Cabada Gómez, cuyo resumen, tal como aparece en un catálogo de ediciones universitarias, es el que sigue:

La endolectura no es la lectura descrita a todo lo largo de la novela cervantina, cual es la lectura quijotesca, sino ésa que, a pesar de no ser explícitamente descrita como aquella, que lo es como lectura proscrita, resulta en consecuencia ser implícitamente inscrita como la suscrita por el autor, a la vez que como la prescrita para el lector.

El libro tiene 113 páginas y cuesta sólo 13,29€, por si sobra dinero y se tiene una mesa que calzar.

En fin, que si alguien quiere apuntar palabras que acaben en "-scrita" y que como "circunscrita" se le hayan escapado al autor, yo me comprometo a enviarle un correo electrónico para que las incorpore a la segunda edición.

lunes, 17 de octubre de 2005

Fábulas chinas

Me compré en Beijing un libro de antiguas fábulas, en edición bilingüe, por 12 yuan (1,2 €). Es fascinante comparar la versión china con la inglesa ya que los textos son a menudo profundamente distintos, evidenciando la distancia entre ambas culturas.

(Lo primero que vi allí en la televisión fue un grupo de chinos con gorras de béisbol al revés, rapeando. Ya pueden ir cuidando su cultura "ancestral y milenaria", porque si no en medio siglo no quedará nada de ella. Y esto va por nosotros también.)

Por ejemplo, una de las fábulas se titula "Sospecha". Pero el título de la versión original ocupa cuatro caracteres. ¿No es sorprendente, y en algún sentido maravilloso, que 1300 millones de chinos vivan sin que en su idioma exista la palabra "sospecha"?

Por contra, las doce líneas de "Un erudito compra un burro" están condensadas, por increíble que parezca, en tan sólo 12 caracteres chinos. De ellos, los cuatro primeros dicen "Un erudito compra un burro" (esto no porque yo sepa chino, sino porque son idénticos a los del título; en la esmerada traducción, "Un día un estudioso erudito estaba comprando un burro en el mercado"). El resto ocupa 8 caracteres en chino y 10 líneas en inglés. Ante esto, sólo cabe preguntarse: ¿cuánto de la historia está implícito?

Algunas de las historias tienen un carácter parabólico muy refinado: presentan un relato muy obvio y sin ninguna sofisticación. Supongo que entonces el oyente o lector debe reflexionar para identificar en su vida situaciones en las que se comporta de una forma tan estúpida como el protagonista. Esto, sorprendentemente, funciona. La siguiente es un ejemplo:

El lord al que le gustaban los dragones

El lord She era tan aficionado a los dragones que había hecho que pintaran y esculpieran dragones por toda su casa. Cuando el auténtico dragón del cielo se enteró de esto, bajó volando y metió la cabeza por la puerta del lord She, y la cola por una de sus ventanas. Al verlo el lord huyó espantado, fuera de sí.

Esto muestra que en realidad el lord no era aficionado a los dragones. Le gustaba todo aquello que se pareciera a un dragón, pero no un dragón genuino.


Hala, rebusquen, que seguro que encuentran.

Rubia

-¿Y la Rubiona?
-La Rubiona se ha ido corriendo a un sitio donde hay muchas manzanas...

Mi sobrina Mara tiene veintiséis meses. Es difícil saber si se cree lo de irse corriendo a un sitio con muchas manzanas. Yo diría que lo acepta con cierto escepticismo, precisamente por carecer conceptualmente de una alternativa verosímil.

A mí, nunca se me hubiera ocurrido lo de las manzanas; tampoco una de esas bobadas que escriben los guionistas de cine, como "Cariño, la Rubiona se ha ido. Ahora está en el cielo de las vacas, y es muy feliz". Pero ya se sabe: las madres son más sabias.

La Rubia tenía diecisiete años; para mí es como si hubiera estado allí desde el principio de los tiempos, lo cual, claro, es literalmente cierto.

viernes, 14 de octubre de 2005

Anuncio vespertino

Lo bueno de ser autor de algo (aunque sea poco) es que uno puede hacerse publicidad y anunciar sus apariciones sociales.

El próximo jueves 20 de octubre, a las 14:30, estaré en la Facultad de Ciencias de la Autónoma de Madrid, contando una charla con el título

"La ley de los grandes números para combinaciones convexas en un espacio métrico"

Un tema fascinante que hará las delicias de grandes y pequeños en una inolvidable sobremesa donde no han de faltar los habituales juegos y sorpresas.

martes, 11 de octubre de 2005

Vaya sorpresa

He descubierto por casualidad que le han dado el Nobel de Economía a Robert Aumann. Ha sido leyendo el periódico, o sea, por casualidad. Entré a hacerme una fotocopia del DNI y me compré El Comercio: ¿quién se resiste a un titular como Los administradores concursales ven "poco menos que imposible" la viabilidad del Sporting en Segunda?

De entre los autores que cito habitualmente o que están en el árbol genealógico de mi trabajo, ya había recibido el Nobel el canadiense Debreu. Lo que yo he heredado de Aumann y Debreu es el concepto de integral de una función cuyos valores no son puntos sino conjuntos (o esperanza de un conjunto aleatorio, en lenguaje probabilístico), aunque de hecho el primero en desarrollar esa idea parece haber sido el japonés Hiroshi Kudo en 1954. Hay miles de referencias a la "integral de Aumann", vaya usted ahora a explicar a todo el mundo que esa atribución es incorrecta y que habría que decir "integral de Kudo"...

Hace dos años recibieron el Nobel de Economía Engel y Granger, los introductores de los modelos ARCH (que significa "autorregresivo y condicionalmente heterocedástico"). Yo acababa de llegar a Zaragoza y allí todo el mundo se alegró mucho, por lo que les tocaba. Lo cierto es que yo hoy he experimentado lo mismo... excepto que a Aumann le han dado el premio, parece ser, por unas contribuciones a la Teoría de Juegos con unos matices claramente militaristas que me dan bastante asco. Para qué negarlo.

jueves, 6 de octubre de 2005

En la Muralla China

Xiang Li me acaba de mandar unas fotos de mi visita a la Muralla China. En esta foto no se aprecia lo empinados que son algunos tramos (un poco allá a lo lejos).

Es una buena oportunidad para aprender a subir fotos al blog, así que...

Lista de libros garantizados

Hoy me apetece reseñar un libro, pero no encuentro ningún libro que me apetezca reseñar. En cambio, sí que se me ocurre hacer una lista de libros "garantizados". Ojo, no garantizo que sean buenos ni que le vayan a gustar o que yo esté de acuerdo con lo que se dice en ellos, ni siquiera le recomiendo que los lea. Pero de alguna forma les encuentro una elusiva cualidad que sirve como "garantía" de que los autores pensaron primero y escribieron después. Lo que no es nada común: a mí, fingir que pienso, a la vez que escribo, ya me supone suficiente esfuerzo.

Estos son algunos libros que garantizo:

S. Gordon: "Historia y filosofía de las ciencias sociales"
J. Gray: "Ideas de espacio"
D. Hofstadter: "Gödel, Escher, Bach"
H. Jeffreys: "Theory of Probability"
S. Kauffman: "Investigaciones"
I. Lakatos: "La metodología de los programas de investigación científica"
J. M. Sánchez Ron: "Historia de la Física Cuántica I"
G. Ste. Croix: "La lucha de clases en el mundo griego antiguo"

Y aquí les pongo también una lista de libros que no garantizo, aunque tienen otras cualidades que los hacen destacables:

J. M. Bernardo, A. Smith: "Bayesian theory"
K. Popper: "La lógica de la investigación científica"

Iré incorporando más información poco a poco.

miércoles, 5 de octubre de 2005

Loco por el tren

Esta mañana, en una reunión del grupo de investigación, surgió la siguiente pregunta: Desde el "punto de vista filosófico" (en el contexto de redes de discusión ciudadana que tendrían por objeto la emergencia de ideas para la resolución de problemas complejos en el ámbito de la toma de decisiones públicas), ¿qué garantiza una mayor diversidad: un único idioma o varios?

¿Sería la humanidad más apta para resolver sus problemas si avanzamos hacia un solo idioma común, o no? La postura de mi jefe es que "poco se perdería" en ese contexto si alcanzáramos una lengua universal (a la que podríamos llamar chino pinyin, por ejemplo; esto es un añadido mío).

Esto me recuerda una historia muy interesante que ilustra lo que pienso al respecto. Se basa en un resumen de una sentencia aparecida en la sección de derecho del Times. Yo me compraba el Times todos los martes para leer la sección de derecho ya que la perspectiva anglosajona del derecho es tan distinta de la nuestra que sólo leerlo ya es un pasatiempo. Como hace unos cuantos años, no recuerdo los detalles con toda claridad así que me inventaré los que quiera.

Resulta que un señor iba y venía del trabajo en tren todos los días. Al reemprender la marcha, el tren emitía un fuerte pitido al que este señor era muy sensible y que le desquiciaba, llegando con el paso de los años a encontrar insoportable la perspectiva de sufrir ese sonido día tras día. Se había venido dirigiendo repetidas veces a la compañía ferroviaria para pedir que eliminaran o amortiguaran el molesto pitido, con el mismo éxito que ustedes se están imaginando.

Hasta aquí todo parece una historia de clientes tocapelotas que se suele decir, pero hete aquí que, en un repentino giro de los acontecimientos, el señor sufre un desequilibrio y se niega a ir a trabajar. Termina sometido a tratamiento psiquiátrico durante un tiempo, pierde su trabajo, la felicidad familiar se resiente, etc. Él sabe qué es lo que le trastorna, así que lo que hace cuando se recupera es demandar a la empresa ferroviaria por daños y perjuicios.

Durante el juicio, se establece que el insidioso pitido había avanzado hasta atrincherarse en el centro de la psique de ese señor: su mujer declara que estaba obsesionado con ese sonido y se prueba que él había asistido infructuosamente a varias entrevistas de trabajo con el único objeto de evitar tomar el tren, aun perdiendo en salario. Según los informes psiquiátricos es una persona perfectamente normal a excepción de esa situación de sufrimiento cotidiano; no tiene antecendentes familiares de desórdenes psíquicos y no hay ninguna otra causa aparente que justifique su trastorno. Además, al dejar de ir al trabajo en la etapa de tratamiento, se observó una recuperación rápida y sin problemas. Incluso la compañía ferroviaria, al cabo de las apelaciones, termina admitiendo más o menos abiertamente que son ellos los que le han vuelto loco.

Los hechos son clarísimos, nadie tiene ninguna "duda razonable" sobre lo que ocurrió y ni siquiera la parte demandada se molesta ya en negarlo. Pero él pierde apelación tras apelación. ¿Por qué? Curiosamente, ambas partes fundan su estrategia jurídica en el mismo punto: el artículo de la legislación comunitaria que regula la responsabilidad del transportista (la ley aplicable de máximo rango). Éste viene a decir que el transportista es responsable de las lesiones ocasionadas a los viajeros durante el viaje o como consecuencia de haberlo efectuado si éstas hubieran podido evitarse de actuar el transportista con una diligencia y seguridad razonables, las causadas por riesgos ocultos que no se comunicaron al viajero, etc.

Puesto que se ha establecido que la causa directa es la exposición reiterada a ese sonido, argumenta el demandante, y también está probado que yo he hecho todo lo posible para evitar ese daño (informando a la compañía, buscando otro trabajo...) mientras que la empresa no ha hecho nada (no ha cambiado el sonido, no ha encargado un estudio sobre las posibles consecuencias a largo plazo en los viajeros), son ustedes responsables y, ya que me han vuelto loco, por lo menos páguenme tantas y tantas libras.

Y viene a decir la parte demandada: Mire, nosotros admitimos que usted se ha vuelto loco por nuestra culpa. Pero si lee cuidadosamente el artículo, verá que se refiere a lesiones sufridas por los viajeros. Como volverse loco no es una lesión, no tenemos responsabilidad alguna: una lesión es un daño físico, mientras que sus daños psicológicos no están causados por ningún daño físico en ninguna parte de su cerebro. La única lesión que usted podría tener es haberse quedado parcialmente sordo por la intensidad del pitido.

Un examen médico a petición del juez determinó que el demandante tenía los oídos en perfecto estado; y la jurisprudencia británica indica efectivamente que de un daño psicológico no se puede deducir que haya daños físicos en el cerebro. Resultado: no hay daños físicos, no hay lesión, denegación de la demanda.

Esta historia ilustra la idea que tiene el derecho anglosajón de lo que significa "el espíritu de la ley". En ningún momento se planteó discusión sobre qué daños pretendían los legisladores que quedaran cubiertos y si los daños psicológicos probados entran o no en esa categoría, sino cuál es la definición técnica de la palabra "lesión" que aparece en la ley y si los daños psicológicos cumplen o no esa definición.

Ahora todo el mundo espera que pase a la moraleja: que diga que "el espíritu de la ley" en inglés y "el espíritu de la ley" en español se refieren al mismo concepto -al espíritu de la ley- pero con matices profundamente distintos que quedarían destruidos si uniformizáramos el lenguaje. Que la máxima diversidad de ideas sólo puede salvaguardarse garantizando los matices de pensamiento que se reflejan en el lenguaje materno de cada grupo cultural.

Pero no, porque a mí me encantan las vueltas de tuerca y aún no he contado el final de la historia; de hecho sólo he llegado al punto en que la historia estaba antes de la sentencia firme, que es a la que se refiere el Times. Verán, para su última apelación este señor cambió de abogado y ganó el juicio, obligando a la compañía a pagarle daños y perjuicios.

La solución del nuevo abogado es tan brillante y tan creativa que es elegante en el sentido que damos los matemáticos a la palabra (lo cual es un gran cumplido: ¡qué cosas!, el derecho no está exento de elegancia...)

Ustedes se preguntarán: ¿Cómo logró demostrar que había habido lesión? No lo hizo: la legislación comunitaria se publica en varios idiomas, por pura necesidad; por supuesto, la traducción es competente, así que no cabe esperar ningún problema de aplicación porque algo esté "mal traducido", pero la redacción original del texto prevalece sobre cualquiera de las traducciones. Resulta que en este caso, el texto original era en francés y eso significa que en lugar del inglés injury se utiliza la palabra francesa dégât. Les pongo las definiciones para que comparen:

Injury (Wordnet): Cualquier daño físico al cuerpo causado de manera violenta, por accidente, por fractura, etc.

Dégât (Academia Francesa): Daño o deterioro ocasionado por un accidente o una causa violenta.

Yo vengo traduciendo "injury" por "lesión" pero en español sólo sabría traducir "dégât" como "daño" porque creo que no tenemos una palabra tan específica.

El argumento del nuevo abogado era: 1) La palabra francesa no tiene de por sí la connotación de daño físico que tiene su equivalente inglés. 2) Como el texto francés prevalece sobre el inglés, lo que cuenta es la jurisprudencia francesa y no la inglesa al respecto de la palabra en cuestión, es decir, si un daño psíquico (llamésele psychical damage o dommage psychique) se admitiría jurídicamente en Francia como "dégât" independientemente de que fuese o no admitido como "injury" en el Reino Unido.

Al presentar abundantes precedentes en ese sentido, el tribunal dio finalmente la razón al señor que se había vuelto loco por el tren, admitiendo explícitamente que "el espíritu de la ley" cuya redacción estaba en francés era el espíritu "francés" de la ley.

Lo irónico de la historia es que llegaron a esa conclusión aplicando su propia definición del espíritu de la ley y no la francesa: se quedaron con el espíritu inglés de la ley francesa, sin importarles un pimiento la intención de los legisladores.

Hala, ahora ya pueden poner la moraleja.

lunes, 3 de octubre de 2005

"Save the kilogram"

Seguro que no saben (yo tampoco lo sabía) que las unidades eléctricas del Sistema Internacional fueron redefinidas en 1990 en términos de mediciones basadas en el efecto Josephson y en el efecto Hall cuántico. Ustedes se preguntarán qué tiene esto que ver con el mundo real, aparte por supuesto de que, desde hoy, cuando compren una plancha podrán preguntarle al vendedor: "Y esto, ¿es en watios viejos o nuevos?", y contarme lo que les contesta.

Para poner esto en términos prácticos, tiremos del hilo recordando que un watio es (o sea: era, ya no es) una potencia de un julio por segundo; un julio es el trabajo realizado por una fuerza de un newton a lo largo de un metro; y un newton es la fuerza necesaria para comunicar a una masa de un kilogramo una aceleración de un metro por segundo cuadrado. ¿Encuentran algo que les sobre en esta definición? ¿No? Pues los metrólogos sí lo encuentran: el kilogramo.

Porque el kilogramo, a estas alturas del siglo XXI, sigue siendo la masa de un cilindro de platino e iridio guardado en una vitrina o similar en la Oficina de Pesas y Medidas de París. Esto, razonan ellos, es impermisible. (No se descarta que la administración Bush esté dotando de financiación especial al National Institute of Standards and Technology con la esperanza de arrebatarle a Francia la definición del kilogramo, después del éxito obtenido con las patatas fritas).

Así como el segundo ya no es "el tiempo que una persona tarda en suspirar, aproximadamente" ni "el tiempo que tarda la Tierra en dar un trocito de vuelta alrededor del Sol" y se define a partir de la frecuencia de un fotón emitido en una transición energética de un átomo de cesio-133; y el metro ya no es "la diezmillonésima parte del cuadrante de un meridiano terrestre" sino que se define a partir de la distancia que recorre la luz en un segundo, ¿a qué está esperando el kilogramo para modernizarse? El kilogramo no está basado en ninguna constante de la naturaleza, lo cual está muy feo, y se ha constatado que a lo largo de un periodo de décadas la masa del cilindro patrón se ha modificado en varios microgramos.

Pueden encontrar aquí las nuevas definiciones de kilogramo que se proponen, por si el enlace no es público les explico que se está dudando si un kilogramo debe ser la masa de un cuerpo en reposo cuya energía equivalente es la de una colección de fotones cuyas frecuencias suman 135 639 274 septillones de hercios o bien la masa de unos 50,18 cuatrillones de átomos de carbono-12 en reposo en su estado fundamental.

Los lectores avezados en física (o sea: a nivel de instituto) se darán cuenta de que la primera definición en discordia se basa en la constante de Planck, y los familiarizados con la química al mismo nivel de que la segunda se basa en la constante de Avogadro (que actualmente se mide a partir de la constante de Faraday, lo que nos devuelve al mundo de la física y al uso de las nuevas unidades eléctricas para calibrar masas).

Un reciente trabajo británico estima que en 10 ó 20 años las mediciones de la constante de Planck tendrán una incertidumbre inferior en un orden de magnitud a las variaciones conocidas en el cilindro patrón, momento en el cual la humanidad pasaría a pesar las cosas en septillones de hercios y se postularía también el abandono de la nomenclatura "kilogramo".

Quizás lo llamen "kilobush de la libertad".