jueves, 20 de octubre de 2011

Patrones ocultos

El mundo es un sitio raro.

Cuando tenía 16 años, en clase de Geografía tuvimos que hacer por grupos un trabajo sobre algo que se nos ocurriera. En mi grupo había dos de mi barrio y ninguna propuesta alternativa, por lo que ese fue nuestro tema.

La Calzada es el barrio más populoso de Gijón. Fue el último barrio obrero en surgir de la explosión industrial de la ciudad a fines del XIX, por tanto no sorprende su cercanía al puerto. Hasta entrados los 50 sobrevivieron poblados para trabajadores en condiciones indignas, incluso sin agua corriente. Con la reconversión de los primeros 80 empezó a desaparecer la industria, hoy casi inexistente; todo eso ocurrió durante mi infancia... finalmente, en los terrenos de Gijón Fabril pusieron un Carrefour y un complejo de ocio de la cadena Yelmo. Quedan como fantasma onírico los nombres de zonas como las casas de La Algodonera, las de La Sombrerera, El Cerillero, La Estrella (dos edificios con tal forma levantados en el solar de la cervecera La Estrella de Gijón).

La Calzada es un barrio obrero, digo. La iglesia de Fátima fue muchos años una especie de barracón provisional (muchos años: poco provisional) y, durante la construcción del edificio definitivo, la misa se ofició en la sede del Partido Comunista. Vamos, obrero total. El Padre Feijóo también figuró en buen lugar en aquellas listas de los peores institutos de España, o era los más peligrosos, no lo sé; supongo que por iniciativa municipal para chupar del Estado dineros por zona problemática. Que claro que lo sería, en la época de la cosa de la droga, porque los niños son unos egoístas y no quieren compartir los parques.

Cuando hicimos el trabajo pensamos que conseguir datos sobre el barrio para comparar con otras zonas de Gijón sería fácil. De hecho no fue así. Entre lo poco que conseguimos, que tampoco estaría muy actualizado, lo que más me sorprendió fue la enorme diferencia en cantidad de titulados universitarios (y no para bien, claro). Apenas los había en esas estadísticas, y digo "apenas" muy literalmente. El número era asombrosamente cercano a 0.

Intentando explicarlo me acordé de la cantidad de libros de texto de cursos superiores con los que me había ido haciendo de niño por el simple procedimiento de bajar la basura (se dejaba delante del portal para que la recogieran, no había cubos ni nada).

Curiosamente, a la vez La Calzada era un lugar muy distinto. Teníamos la biblioteca con mayor ratio de préstamos por habitante de Asturias, y también un ramillete de minúsculas escuelas infantiles privadas -con las que el largo gobierno del PSOE acabó eficazmente-.

Hasta 5º curso, mi hermano y yo fuimos a un colegio que solo tenía dos profesoras y dos aulas. Trato personalizado (me enseñaron a hacer raíces cúbicas, o el volumen del icosaedro, a los 9) y asistir a las lecciones de los mayores, algo posible gracias a una creencia suficientemente extendida en la falta de calidad de los colegios públicos del barrio (no entro en si sí o si no). Como los libros de texto "de mayores" gratis, sin más que cogerlos de la basura, posible gracias a que no había cubos de basura. Ahí hay una pauta oculta paradójica que no acierto a completar pero que ha tenido gran influencia en mi vida.

Y añado a la mezcla: una biblioteca pública excelente. Para marcar el nivel diremos que tenían en las baldas un ejemplar del Loève, que recoge toda la teoría de la probabilidad conocida por el ser humano hasta los años 50. La Wikipedia, medio siglo después de su publicación, aún lo llama "one of the best known textbooks on measure-theoretic probability theory". No sé cómo pudo acabar allí, claro, pero estaba allí.

Llevo unos días dando vueltas a esto porque ahora estoy dando clase en la Facultad de Comercio, y por puro azar he visto a un vicedecano entrar en su despacho, y resulta que es un chico más o menos de mi edad que vivía a menos de 50 metros de mi casa. Se une a una subdirectora de la Escuela Politécnica de Ingeniería, que también viene a ser de mi edad y vivía en mi calle, a menos de 50 metros de mi casa.

De mi portal, un único portal, han salido entre la gente de mi edad dos médicas, un químico que está en la universidad de Warwick y tiene 3 artículos en revistas del grupo Nature (no sé si son buenas o malas) y varios premios al mejor póster en congresos, y un matemático confuso.

El Sr.R también ganó sus premios al mejor póster antes de irse a la empresa privada; y, hablando del tema, Sr.R, sepa que a Pisonero le han dado el Premio al Investigador Novel en Física Experimental de la RSEF, aparte del premio Nosequé que le dieron en Japón hace un par de años. Otro de la misma zona y de la misma edad.

Tiene que tener alguna explicación, y no me refiero a una del tipo "es un gran éxito del sistema estatal de becas", sino a una seria. De las que valdría la pena desenterrar con esfuerzo para sacar conclusiones.

¿Qué factores han confluido en La Calzada en estas décadas? Por ejemplo, gran parte de la gente que llegó al barrio hacia 1975 -como mis padres- volvían de la emigración; ¿implica eso una prevalencia mayor de una ética del trabajo duro? ¿La durísima reconversión industrial llevó a más padres a pensar que el factor decisivo en el futuro de sus hijos sería una buena educación? ¿El ambiente ultracompetitivo de un barrio obrero resulta ser un caldo de cultivo para carreras científicas?

¿Cuál es el entrelazamiento de factores que ha dado lugar a esta transformación? Que, ojo, a lo mejor no tiene nada de especial y ha ocurrido de hecho por toda España.

En fin, no tengo claro cuáles son las respuestas. ¡Ni siquiera tengo claro cuáles son las preguntas! Pero no creo que el Estado se vaya a gastar dinero en encontrarlas, por valiosas que pudieran ser :(

jueves, 13 de octubre de 2011

Divagación sin mucho interés, la verdad

Pues nada, he abierto otro blog para enlazar textos interesantes sobre (no "de") ciencia-ficción. Como sé que hay lectores de este blog que comparten ese vicio, aquí queda dicho :)

La afición a la CF es algo difícil de explicar. Por ejemplo, hay un antiguo relato de Szilárd en el que se descubre que la financiación de proyectos científicos está en manos de extraterrestres infiltrados que han encontrado ahí la forma de que la humanidad no progrese y sea una futura amenaza para ellos. Aunque podemos remitirnos a Los viajes de Gulliver p.ej. (sátira con seres fantásticos), no es fácil que el tipo de sensibilidad que popularmente asignamos a los literatos generase ese argumento.

En cambio, incluso en un relato anecdótico como este vemos algunos rasgos habituales en la CF:
-El foco apuntando a la ciencia: su mundo, los científicos, sus implicaciones, etc.
-La humanidad como personaje.
-La ganancia de poder expresivo. Respecto a este punto, Szilárd podría haber escrito un relato en el que se descubre que la financiación de proyectos científicos está en manos de una burocracia inepta cuyos intereses no coinciden con los de los científicos. O en las de una casta de espías saboteadores. El elegir extraterrestres allana algunos problemas de comunicación con el lector: primero, los espías son verosímiles, lo que diluye el sarcasmo al provocar en el lector la inquietud de si algo así podría estar pasando realmente. Y segundo, los extraterrestres acentúan el sentimiento clave canalizado por el relato: el de repudio.

Podemos comprender a los extraterrestres de Szilárd: siguen un plan racional e inteligente, con una motivación conectada lógicamente a sus actos. Los efectos de la burocracia que se satiriza son idénticos, pero totalmente ilógicos y en conflicto directo con su motivación declarada. Esa irracionalidad nos es mucho más ajena: eso hace a los burócratas y a la estructura burocrática mucho menos humana que los extraterrestres que en la ficción son evidentemente no humanos. De ahí que se sobrepase el sarcasmo o la sátira hacia el terreno del repudio, declarándoles fuera de la esfera humana.

Lo más interesante es que uno, sobre la base del texto, puede repensar la realidad saliéndose de los canales neuronales de siempre: puede jugar con las consecuencias lógicas de lo leído sin pasar por la parte del cerebro que le recuerda la declaración de los derechos humanos y literalmente le impediría concebir la burocracia como in-humana en sentido literal. Sea esa o no la lectura pretendida por Szilárd, quien probablemente solo quería echarse unas risas o aliviar una frustración recurrente.

En realidad, esta es la realización libre de una de las grandes potencias de la literatura: ofrecer al lector una visión del mundo y de nosotros mismos codificada en la estructura de una historia. Al aumentar los elementos utilizables en la construcción de la historia mientras permanece la exigencia de coherencia lógica, se pueden presentar más fácilmente muchas combinaciones de temas que, en el marco de la (comillas) "narrativa normal" supondrían vencer grandes obstáculos.

Un ejemplo que me gusta es Flores para Algernon, de Daniel Keyes. Es un buen ejercicio tratar de pensar cuánto costaría trasvasar su contenido a una novela que no fuera de ciencia-ficción. Algunos de los temas que se tocan en ella son:
-La ética de la investigación biomédica
-El ejercicio del poder en las relaciones sociales
-La futilidad del intelecto
-La inevitabilidad de la decadencia y la imposibilidad de arbitrar el propio destino

Se puede escribir otra novela con estos temas, pero no sería fácil reproducir con la misma economía las líneas unificadoras y los enlaces, resonancias y paralelos que se establecen entre ellos.

La novela se presenta como el diario o sucesión de "informes de progreso" de Charlie, un deficiente mental sometido a un tratamiento experimental que podría convertirle en un genio. Incapaz de percibir el hilván de los acontecimientos, la supervivencia de Charlie depende literalmente de la benevolencia de quienes le rodean. En general, él es razonablemente feliz y cree que son excelentes personas que le profesan una bella amistad. Conforme el tratamiento avance, entenderá con creciente amargura que esas relaciones eran de un signo totalmente distinto y se basaban en su indefensión frente a lo que las personas "normales" quisieran hacerle creer. Al alcanzar una inteligencia media se da cuenta de que siempre había estado solo, aunque es ahora cuando puede verlo. Y cuando rebasa a los propios directores del experimento, puede verlos por lo que son, unos oportunistas que se dejaron la ética en el bolsillo de la otra chaqueta. Pero esta soledad intelectualizada es sutilmente distinta, ya que el haber alcanzado un nivel en el que nadie puede manipularle le deja sin autoridades, sin guías y sin saber en qué consiste vivir. Charlie, que ha sido siempre como Algernon -el ratón del laboratorio que recorre un laberinto- se encuentra sobre una superficie vacía, sin pasillos dispuestos para él y por lo mismo sin saber hacia dónde dirigirse. Además, Algernon, al que se había sometido al mismo tratamiento (volviéndose un superratón), revierte a su estado anterior y muere, lo que pone a Charlie en una situación nada halagüeña. Aparentemente ha ganado control sobre su destino, pero en realidad ese poder sobre el día a día le es inútil a escala vital, estando condenado a perder sus facultades y probablemente morir igual que Algernon. Finalmente, le llega la anunciada involución de su talento, lo que él, incapaz de retener las abstracciones que había comprendido, vive como un regreso a casa (pues el Charlie nuevamente deficiente ya no experimenta ninguno de los problemas que acuciaban al Charlie genio). La novela concluye con un Charlie nuevamente insouciant que, habiendo "descomprendido" su paralelismo con el ratón, tiernamente propone que alguien se encargue de llevar flores a la tumba de Algernon.

Ah, sí: spoilers :)

El elemento catalizador de CF es, claro, el ficticio tratamiento de potenciación intelectual. Es la piedra maestra sobre la que reposa la cristalización del conjunto de temas e inquietudes de la obra en forma de relato. No es fácil ver por qué el hecho de que tal tratamiento no exista ni haya existido debería impedir a Keyes que monte su historia de forma efectiva y económica.

Más aún, esa falta de correlato real facilita el conseguir la buena percepción lectora de los énfasis pretendidos por el autor. En un mundo en el que esos tratamientos existieran, el lector podría interpretar la novela desde el supuesto razonable de que contiene un mensaje social sobre ellos, o una denuncia de los claroscuros éticos de esa experimentación específica. O podría cuestionar los hechos desde una perspectiva ideológica. Con el distanciamiento que conlleva hablar de lo que sabemos imposible, el autor gana control y claridad en la exposición de temas abstractos y la estructura de relaciones entre ellos.

También puede hablar de lo que le es propio al lector, haciendo en cambio que lo perciba como ajeno y que lo juzgue desde una perspectiva inhabitual.

En todo esto veo enormes ventajas a la CF. Yo no sabría escribir sin esa libertad y esas herramientas -al margen de no saber hacerlo con ellas tampoco. En aquel relato, cosa u objeto que subí una vez, hay un momento en el que la luz de la mañana cae sobre la ciudad, que está enteramente pintada de negro. En esa escena ocurre, en un alto que domina la ciudad, un entierro; se podría pensar que el color negro surge de ahí, baja e inunda toda la vista, que el estado de la ciudad es subjetivo o perceptivo, o alegórico. (Si se entendiera algo, claro.) La fundamentación real es que la escasez energética ha hecho necesario recurrir hasta a absorber la luz del sol para calentar las casas. Es la elección del entierro como marco de la escena lo que es símbolo de la disipación de la energía, y de la entropización "antiprometeica" que invade todo el relato, no al revés. Quiero decir que incluso con relaciones simbólicas "claras" en nuestra cultura, como muerte-negro, me cuesta no verlas a través del prisma sub-cultural de la CF, incluso si eso lleva a invertir la dirección en la que se lee el símbolo: no es el color negro símbolo de la muerte, sino la muerte un significante del cuerpo negro que absorbe toda la energía que recibe.


En fin, por mí seguiría, pero creo que ya he divagado bastante... Que he abierto otro blog.