lunes, 26 de noviembre de 2007

Abundando

En un comentario a la entrada anterior, decía que "es una pena que los críticos literarios no renueven sus herramientas de análisis de acuerdo con el avance de la ciencia". Esto era con sarcasmo, lo aclaro a la vista de otro comentario posterior de Instantón ya que conozco sus ideas sobre la crítica de CF.

Decía Julián Díez en otro lugar de ese mismo número de Hélice que

También hay descripciones del viaje espacial o de los procesos de terraformación, que supongo que se habrán quedado igualmente obsoletas en parte, y que tendrán por otro lado atractivos puntos visionarios y anticipativos (...) Por mi parte, me dedico a hacer reseñas literarias, así que esas otras cualidades me traen un poco sin cuidado.

"Me dedico a hacer reseñas literarias" suena muy parecido a "Entonces el protagonista entra en un casino; aparentemente, un casino es un lugar donde la gente se juega dinero. Pero como yo me dedico a hacer reseñas literarias y no he estado nunca en un casino, toda esa parte de la novela me trae un poco sin cuidado". Supongo que esto es más cercano a lo que a él (Instantón) le preocupa.

A mí, siendo que este enfoque de la crítica literaria me parece bastante lamentable, me horroriza más la actitud hacia la ciencia que se manifiesta "aquí y allí".

Por una parte, se le ríe la gracia a cualquier espabilado que meta palabros científicos con el mero propósito de epatar a quien no los conoce. Recuerdo haber oído una vez a mi hermano hablar con una mujer que estaba arando (mi hermano dejó el instituto a los 15 años) y decirle que los ajos eran "plantas bípedas y tricórnicas". La señora respondió: "Ay, hijo mío, yo como no fui a la escuela...".

Lo que no entiendo es que una persona pueda acabar la educación superior -y dedicarse después profesionalmente al lenguaje- con unas tragaderas suficientes como para eso y más. Aparentemente, lo único que aprendieron fue a trocar el "Yo no fui a la escuela" por un mimético "El emperador va vestido".

Ahí está el caso, especialmente sangrante, de Agustín Fernández Mallo, que en lugar de ser tratado como lo que es, es saludado como "uno de los miembros más destacados de su generación" o se habla de "esa magia especial e inexplicable que preña todo lo que toca este inclasificable espécimen literario gallego".

(Leer a alguien con la cabeza amueblada como Vicente Luis Mora haciendo el pánfilo de esta forma es sencillamente deprimente; ¿qué no harán otros?)

Por la otra parte está el reconocimiento de que la cultura científica está explícitamente excluida de "lo serio". Por poner un ejemplo, vean el siguiente párrafo de un trabajo publicado en las Actas del VI Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas (1977), que se refiere a Tiempo de silencio:

"La formación científica del autor y de su protagonista nos vale a veces expresiones demasiado especializadas cuyo uso resulta algo pedante".

De la página primera de Tiempo de silencio:

"Yo miraba por el binocular y la preparación no parecía poder ser entendida. He mirado otra vez: «Claro, cancerosa». Pero, tras la mitosis, la mancha azul se iba extinguiendo. (...) Las mitosis anormales, coaguladas en su cristalito, inmóviles -ellas que son el sumo movimiento-."

¿Dónde estará lo pedante? ¿Será que esta señora no sabe lo que es la mitosis? ¿Acaso nos contestaría: "Es que yo no fui a la escuela"?

No seremos nosotros quienes no critiquemos alguno de los excesos estilísticos de Luis Martín Santos; pero si por pedante hemos de tener el episodio de los calamares,

"Gracias a la potente fritada y al poder calórico que el aceite hirviendo alcanza los ésteres volátiles de la iniciada putrefacción de los calamares son totalmente consumidos (cual compuestos termolábiles que son) y la materia, así transformada, se ingiere sin peligro alguno y con evidente delicia",

¿qué pensaremos de la tesis de la autora, de que Tiempo de silencio se puede interpretar como "un intento para comprender al enfermo mental y la primera fase de un psicoanálisis que el autor concibe como un proceso dialéctico que debe desarrollarse en tres fases"? ¿Y de su descripción del prostíbulo como "un centro órfico y ritualizado"?

¿Serán realmente "mitosis" y "termolábil" términos "cuyo uso resulta algo pedante", mientras que se deberá considerar la novela en su conjunto una "obra clave de la novelística de lengua española" de "atmósfera joyceana" y con "alusiones mitológicas, torrencial acumulación descriptiva, barroquismo de lo más insólito" y "neologismos inspirados del inglés" como "gentleman-farmer Muecasthone", todo lo cual, por supuesto, no es pedante sino "capaz (...) de transformar nuestra visión y concepción del mundo"?


En suma, igualmente lamentable es la exclusión de la ciencia y lo científico del ámbito de la cultura (o, para ser debidamente exactos, el extendido fingimiento de que la ciencia y lo científico no pertenecen al ámbito de la cultura) que la sonrisa connivente o la palmadita en la espalda para con quien usa presunta terminología científica sin ton ni son, como puro gimmick mercadotécnico o para afectar superioridad intelectual desde la oscuridad y el sinsentido.

Acuérdense de los ajos bípedos y tricórnicos. Es un buen consejo.

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