miércoles, 3 de mayo de 2006

Japón desde el aire



El año pasado viví más de diez horas en el aeropuerto de Narita.

Todas mis experiencias aeronáuticas en Japón fueron sumamente gratas desde la llegada a Kansai -una isla artificial en la bahía de Osaka, con forma de pista de aterrizaje-, aunque desgraciadamente me tocó el lado de los que no vieron la isla durante la aproximación.

Pronto comencé a sospechar que estaba en un país civilizado: el oficial de inmigración dijo ¡Oh! y me hizo una reverencia cuando le dije que iba invitado por una universidad, y luego los 70 minutos de trasbordo a Itami que figuraban en el horario oficial se redujeron a 55. Eso no es un país normal.

En el vuelo Itami-Saga, las azafatas de ANA descubrieron que era mi primera visita a Japón y me trataron de forma intimidantemente agasajadora. A esa hora yo ya llevaba encima un Zaragoza-Barcelona-París-Osaka, así que les estoy bastante agradecido.

En Saga me esperaba el profesor Ogura, quien, sin embargo, no compartía mis ideas intuitivas sobre la resistencia humana. Eran las tres de la tarde, para mí las siete de la mañana; me había levantado 27 horas antes y ya había sufrido tres compañías de taxis de Zaragoza que habían decidido no operar justamente ese día a esa hora y la cancelación de mi vuelo Barcelona-París. Pero él me explicó que a las cuatro había una conferencia de teoría de números (una parte del álgebra que ejerce nula fascinación sobre mí, y eso cuando estoy despierto) y que creía que estaría interesado en asistir: de hecho, ya había hablado con todo el mundo y les había explicado que me encantaría asistir, y luego ir a cenar con ellos. Sí: una conferencia a las cuatro y luego irnos a cenar. Cenar, por supuesto, sentado en el suelo con todo el mundo hablando en japonés mientras yo intentaba manejar los palillos por primera vez. A mis diez de la mañana. Tras treinta horas de vigilia.

Como esta entrada se titula "Japón desde el aire", me tendré que saltar toda la parte de "Japón desde el suelo" incluyendo cuando la señora de la limpieza me regaló una macromolécula con forma de cepillo para el pelo. A todo eso volveré otro día. El caso es que, dos semanas después, salía de Saga a las ocho de la mañana (utilizar el autobús público, una odisea) y mi vuelo no salía de Tokyo hasta las diez y pico de la noche. Aun contando el trasbordo en autobús desde Haneda, que es rodear todo Tokyo y no se tarda poco, llegué a Narita con diez u once horas por delante.

Por alguna razón, relacionada con el alto grado de civilización del país, pensé que podría facturar el equipaje con esa antelación y pasar el día en la ciudad (resultó que la facturación dependía de Air France a pesar de operar conjuntamente con ANA). Para cuando descubrí que allí había consigna (!) ya me lo estaba pasando tan bien que decidí quedarme.

Ahora la pregunta es: ¿Cómo se lo puede pasar uno bien estando solo en un aeropuerto durante diez horas? Bien, así ocurrió. Es un aeropuerto inconcebiblemente bien diseñado (en comparación, es díficil estar 40 minutos en el Charles de Gaulle sin sufrir los efectos del estrés), y no lo digo porque tenga dentista, galería de arte y peluquería. Aunque en Europa tampoco se nos ocurrirían esas cosas.

Al final, me dio pena marcharme tan pronto. La verdad es que echo de menos un sitio así cada vez que viajo en avión.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encontré bastante gente aquí que me describieron sus experiencias en vuelos con compañías españolas. Cuando no tienen mucho trato conmigo me hablan de azafatas un poco rudas y de cosas no muy bien organizadas. Cuando ya hay más confianza parece que estén hablando de vuelos a Banana_City con la Banana_Air_Company.

Observo que se dejó Vd. un detalle en su mini-compendio de experiencias niponas: las sintonías de los telediarios con música de ¿Royal Hunt?

Pedro Terán dijo...

Para los curiosos, la canción es "Martial arts" de Royal Hunt (un grupo danés de heavy metal con influencia barroca).

Lo primero que vi en la tele nipona fue una crónica del debate parlamentario con eso de fondo.

Anónimo dijo...

Pedro Terán dixit: Para los curiosos, la canción es "Martial arts" de Royal Hunt (un grupo danés de heavy metal con influencia barroca).

Gracias por la aclaración, imprescindible en mi caso, ¡Vive Dios!