domingo, 28 de mayo de 2006

Somontano

Decía el viernes un gomaespumoso (el gomaespumoso moreno que no tiene ricitos) que "en este país, nadie ha oído hablar de ningún vino que no sea Rioja, Ribera de Duero o Somontano". Es sorprendente que el vino del Somontano haya alcanzado un status en el que, en un programa tan serio como Gomaespuma, se dicen esas cosas.

La primera persona a la que oí elogiar el vino del Somontano fue mi padre. Los lugareños no compartían esa opinión: debía de ser un vino normalillo, decían ellos; y además, si fuera tan bueno, cojones, Pedro, entonces no lo venderían a granel.

Recuerdo de mi infancia los problemas para meter todo, equipajes y vino, en el maletero del R-12 para el regreso de vacaciones, lo lento y pesado que iba el coche el arrancar y la infinita duración de los adelantamientos. Una vez, hace dieciséis o diecisiete años, acompañé a mi padre a las bodegas; creo que fue porque el año anterior (¿o quizás fuera el siguiente?) le ofrecieron llevar la representación de la marca en Asturias, León y en general zona norte; pero él, siendo como es empleado del sector eléctrico, no tenía el know-how ni la predisposición tampoco, supongo, para tales negocios. Aquel día nos debimos de llevar, en garrafas blancas de plástico, unos cuarenta o cincuenta litros a 50 pesetas el litro. Que es lo que puede costar hoy una botella en un restaurante.

El de las viñas era entonces un negocio casi desahuciado y la mayor parte de las bodegas habían cerrado, estoy hablando de antes de que existiera la denominación de origen, que creo recordar que es cosa de los años 90.

También recuerdo que siempre hemos sido familia de pedir Somontano cuando salimos a cenar, sabiendo en realidad que no habría y que nos iban a mirar con esa cara que dice casi en voz alta: "¡Mira que hay gente paleta, venir aquí y pensar que vamos a tener vino de su pueblo!". No hace tanto, cuando ya era posible encontrar Somontano ocasionalmente en alguna gran superficie asturiana, estuvimos en un restaurante en Villaviciosa con la siguiente conversación:

-¿Qué vino van a tomar?
-Verá, nosotros siempre cuando salimos pedimos vino de la tierra de mi mujer, aunque seguramente ustedes no lo tendrán...
-Señor, le aseguro que este restaurante tiene una bodega amplísima, obviamente si nos pide una cosecha concreta o un vino muy especial, a lo mejor no lo tenemos, pero fuera de eso estoy segura de que podremos satisfacerle, ya lo verá.


Y no, no tenían Somontano. Sin embargo, hace tres años llevamos a Ilya Molchanov a comer a Tazones (que es un pueblecito marinero en la ría de Villaviciosa) y pudimos beber Somontano, aunque sólo tenían tinto y la paella nos quedó un poco rara. Y hoy, enciende uno la radio y se encuentra gente diciendo que los únicos vinos españoles conocidos son Rioja, Ribera y Somontano. Esto es lo que se llama una progresión imparable.

Desde luego, con la riqueza cambiaron los modos (y llegaron los bancos, pero esto ya lo doy por hecho de puro obvio):

Primero dejaron de vender a granel.

Luego dejaron de vender más barato: el precio en bodega empezó a subir y subir hasta ser indistinguible del precio final de cualquier minorista (con lo cual la empresa se embolsa su margen, el del distribuidor y el del minorista).

Y luego dejaron de tratar bien a los clientes. La penúltima visita que hice acompañando a mi padre ya no fue muy gloriosa, pero la última entró de lleno en el terreno de lo desagradable. Empezó más o menos así:

-Hola, buenos días. Venimos a comprar.
-Sí. ¿Es usted cliente nuestro?
-Sí.
-A ver, pues no me sale su nombre en la base de clientes.
-Ah.
-¿Cómo ha dicho que se llamaba? Lo voy a volver a mirar. No, no, no me sale. ¿Está seguro de que es usted cliente nuestro?
-Por supuesto.
-Es que, si no está en la base, en principio yo no le podría vender, esta oficina es para ventas al detalle pero sólo a clientes de la empresa.
-Ah.
-Lo que voy a hacer va a ser tomarle sus datos, y luego ya subo arriba a ver qué problema puede haber con su ficha de cliente.
-Bueno, bueno.


Y luego la cosa siguió en el mismo plan, con el empleado mirándonos por encima del hombro porque nosotros fingíamos no saber si la Gewürztraminer da vino blanco, o rosado, o qué (pero es que él también nos caía igual de mal), y nosotros empeñados en hacer preguntas molestas como:

-Y este que pone en la etiqueta "ecológico", ¿por qué es más caro?
-Es que ese es ecológico.
-Pero, ¿qué diferencia hay?
-Pues el ecológico, las viñas están cultivadas de forma natural según la agricultura ecológica, y patatín, patatán...
-Ya, ya, pero entonces, ¿el otro cómo lo hacen?


En fin. El mundo, siempre igual a sí mismo.

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