Resulta que hoy recibo un emilio con el siguiente
Asunto: Professor, ask some questions about fuzzy random setsAquí ya hay un cierto despiste, pues no soy "professor" (equivalente a "catedrático seleccionado dedocráticamente" en el sistema académico estadounidense) y tras el paso de la LOU ni siquiera tengo la categoría de profesor, pero bueno, esa es otra y hemos dicho no seguir en la misma línea.
El mensaje comienza así (no lo pongo entero porque no he pedido permiso al autor para andar enseñándolo):
Dear Prof. Teran,
I am sorry to disturb you. I am a graduate student of statistics. AndI have some
questions about fuzzy randon sets (fuzzy random variables), but there is no one can give
a better answer, so I only turn to you for help.Claro, Josemari "Jefus Maximus" me dirá que ya me toman el brazo hasta los estudiantes extranjeros; por otra parte esto podría venir de cualquier amiguete que se hubiera hecho una cuenta de hotmail, pero dada la lejanía del 28 de diciembre y el 1 de abril y la poca confianza que tengo en que el sentido del humor de los amiguetes pueda alcanzar tales picos de sofisticación, me he planteado que es un mensaje genuino y como tal lo he contestado.
El mensaje me hace reflexionar sobre algunas cosas, sobre todo qué es ser una persona pública (cosa que por suerte yo no soy). Ser una persona pública es influir sin saberlo en las vidas de muchas otras personas que uno no sabe siquiera que existen. Ni qué piensan, ni qué opinan de esa influencia, ni cómo reaccionan a ella, ni si es grande o pequeña... aunque a mayor número de influidos sólo cabe esperar encontrar casos de personas cuya vida haya sido drásticamente afectada.
Drásticamente afectada significa, por ejemplo, esas horrorosas chapas de "I owe my life to Star Trek" (o sea, me parece muy bien que los padres de alguien se hayan conocido en un sitio donde es educado hacer cosas raras con los dedos, llevar orejas de punta y decir "Pásame la sal y el diccionario de Klingon, quieres"; pero, ¿alguien cree que sería normal un "Yo debo mi vida a Hacienda" o "Mis papás se conocieron haciendo guardia en la puerta de Rocío Jurado"?)
Cuando yo hacía radio, tuve una vez una conversación con otro de los componentes del programa. Hablamos del maravilloso éxito de qué gozábamos; vamos, que no nos oía nadie. Debido a la precariedad técnica de las emisoras por las que pasamos, nunca llegamos a tener cobertura ni siquiera en todo Gijón. El caso es que Miguel veía las cosas en términos de impacto: había que tener muchos oyentes, el objetivo era llegar a mucha gente, hacer el programa era divertido (era
muy divertido) pero ¿de qué servía preparar el programa, o poner carteles si los interesados no podían oírlo?
Todo esto tenía mucho sentido, y de hecho yo pensaba lo mismo, pero tengo alergia a la unanimidad así que le dije: Hombre, no te voy a decir que yo no querría que se nos oyera en todo Gijón, claro, tanto por el programa como por los que venís de más lejos a hacerlo, sobre todo Marcelino que lo suyo es heroico (Marce vivía a tres autobuses de distancia del estudio... dos de ellos interurbanos). Entonces discutimos abiertamente cuántos oyentes creíamos tener, acordando la cifra de cuatro. Le dije: ¿Quién serán esas otras tres personas? (porque de uno sí sabíamos que era real) En este momento puede haber tres personas, que no sabemos quién son, en alguna parte de Gijón, a lo mejor tampoco se conocen entre sí pero los miércoles a las siete y media hacen lo mismo. Entre todas las infinitas cosas que podrían hacer, lo que hacen es oír las tonterías que decimos. A lo mejor antes hacían otra cosa a esa hora, a lo mejor salían a correr o iban a la biblioteca, o bajaban al súper a esa hora, y han cambiado de hábitos para escucharnos a nosotros. Prefieren escucharnos a nosotros: a mí eso me parece algo mágico.
Con lo que les he traído de vuelta, sin que se dieran cuenta, al emilio de hoy: de entre todas las personas del universo, ese doctorando asiático despistado ha decidido dirigirse a mí para una consulta técnica. Sin yo saberlo, en algún momento indeterminado del pasado hubo un doctorando asiático leyendo alguno de mis trabajos.
¿Qué estaría yo haciendo en ese momento? Dada la diferencia horaria, es fácil decirlo: dormir.