lunes, 1 de enero de 2007

Cuatro (III)

Como no puede ser que la familia Strauss tenga el monopolio de la música de Año Nuevo, aquí estamos nosotros para proponer alternativas, en este caso música tranquila y apta para la post-Nochevieja.

1. Epica: Solitary ground. Grupo holandés que lleva tres discos; ésta es una versión alternativa de una canción del segundo, que aparece tanto en el single homónimo como en su último trabajo The Score (2005). Practican una curiosa fusión de sonidos metálicos más tradicionales con música incidental, dando un resultado bastante accesible que ha encontrado su nicho comercial al hilo del éxito mediático de Evanescence (como muchos otros grupos más meritorios que cualquiera de los dos). Yo soy muy escéptico respecto a la perdurabilidad de su música, pero esta canción me encanta (huyan de las otras dos versiones que han publicado).

2. Opeth: In my time of need. Aunque uno nunca hubiera oído hablar de la etiqueta death metal, pocos segundos tardaría en sacar la conclusión de que esto no es death metal. En 2003, el grupo sueco liderado por el excelente vocalista Mikael Åkerfeldt sacó Damnation, que podríamos calificar como "disco de baladas", para desintoxicarse de una larga gira. Supongo que más de unos pocos fans se debieron de rasgar las vestiduras, aunque, como suele ocurrir, fue una contribución decisiva a la popularización del grupo.

3. Shadow Gallery: Vow. Arreglos vocales, melodías y armonías muy cuidadas en esta larga balada-himno (más de ocho minutos) en la que -como de costumbre en este grupo- casi todo es impecable. De su último disco Room V (2005).

4. Pain of Salvation: Iter impius. Y, para acabar, más suecos. Su disco Be (2004) es probablemente uno de los más pretenciosos de la historia. Comienza (en la pista I am) con el nacimiento de Dios, narra la creación, crecimiento y extinción de los seres humanos y concluye cuando una misión robótica a Marte, enviada en los últimos días de la humanidad, toma consciencia de sí misma y se convierte en un nuevo Dios, todo eso en 70 minutos. La canción es, claro, la elegía del último ser humano sobre la Tierra (¡música para el Año Nuevo!), en la que sobresale la delicada construcción de un larguísimo crescendo de tensión y la versatilidad vocal de Daniel Gildenlöw, especialmente en el dramático último tercio.

2 comentarios:

Inés dijo...

Hola, me parece muy bien las alternativas que propones al tradicional concierto de Año Nuevo..Me alegra saber que estás comunicado, aunque paradójicamnente, me entristece que no me quieras dar señales..Espero que tengas un buen año y los comrpomisos que adquiristes el año pasado sigan adelante...

Pedro Terán dijo...

El Año Nuevo, ¡qué buen momento para ejercitar la glándula del perdón!

:S