Ayer oí en la radio (en Radio 5, o sea que lo oí varias veces) a una señora diciendo que si en no sé donde de Asia las mujeres tuvieran el mando del hogar, el índice del no sé qué descendería "13 puntos porcentuales" con el efecto de que 13,4 millones de niños tendrían acceso a la alimentación adecuada. Estos datos imaginarios eran presentados como evidencia en favor de alguna teoría de esas modernas de que la mujer está discriminada.
Aparte de lo rara que suena la hipótesis de que millones y millones de niños en el mundo pasan hambre sólo porque a su señor padre no le sale de los cojones que coman, tengo que decir que cada vez que escucho a una "de esas" me entran mayores sospechas de que la discriminación de la mujer es un bulo de proporciones cósmicas.
Yo era feliz pensando que la mujer estaba discriminada y que nosotros la salvaríamos, pero cada vez me siento más obligado a concluir que lo que hay es una avalancha de mediocres aprovechadas a las que la igualdad de oportunidades produce alergia y que para poder rascar bola en el mundo político están poniendo altavoces a la maquinaria de propaganda de guerra al grito de "¡Uníos, hermanas proletarias!".
Sólo que, como en el juego de la silla, cuando pare la música ellas estarán sentadas mientras que las hermanas proletarias movilizadas estarán no se sabe muy bien dónde, en las barricadas probablemente, y ni siquiera sentirán un leve ridículo.
Ese es el reparto de las tareas: unos van a la guerra y otros venden las armas. Como siempre ha sido.
martes, 12 de diciembre de 2006
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6 comentarios:
En la relectura veo que no se pilla muy bien lo que realmente quiero decir :(
Bueno, de eso se trata, de aprender a escribir.
Al margen de la vehemencia del discurso yo creo que sí se pilla lo que quieres decir, y estoy de acuerdo. Pero lo que mencionas es un proceso inevitable en la búsqueda del equlibrio, del que forma también parte la discriminación positiva, la sexualidad y el reparto de tareas. Curiosamente, ayer comentaba con una amiga que esto es como si fuéramos conduciendo un coche a toda velocidad por una autopista y el súbito reventón de una rueda nos obliga a dar volantazos para corregir la inercia que nos lleva de un extremo al otro de la calzada. Estos bandazos de un lado a otro serán muchos pero disminuirán en intensidad hasta que se detenga el coche, momento en el que se conseguirá la estabilidad.
Para aspirar a la igualdad, primero hay que creérselo. Y no es el caso. ¿Cuántas veces habré oido aquello de "ya no quedan caballeros"?
Tiene toda la razón, Sr. R., el machismo no terminará hasta que las mujeres dejemos de ser machistas.
No es por entrar en discusiones sibilinas, pero una de las cosas que más me repatea son argumentos como el famoso "los hombres sólo piensan en el sexo" y a renglón seguido llorar porque "los hombre no entienden cómo nos trastornan las hormonas cada mes". O se defienden las dos cosas o ninguna, porque ¿qué mejor forma de aspirar a la igualdad que aceptando las peculiaridades de cada sexo? En fin...
Pues a mi me gusta que seamos distintos, sino vaya aburrimiento.
El problema no es machismo o feminismo, es más sencillo, es respeto o no a las personas (hombres, mujeres, niños, ancianos, blancos, negros, venusianos o terricolas) hay más distinciones pero no me apetece cansaros con la larga serie de distintos.
"Pero lo que mencionas es un proceso inevitable en la búsqueda del equlibrio"
Eso es justamente lo que he dejado de creer ayer: que estemos en algún proceso de búsqueda del equilibrio. Quizás estábamos o estuvimos en ese proceso, pero si aún lo estamos me parece que tendremos que llevarlo a cabo solos y contra los poderes públicos, incluyendo en estos a los medios de comunicación.
Aprovecho para aclarar que cuando hablo de la igualdad de oportunidades no quiero decir respecto a los hombres, sino respecto a las mujeres mejor capacitadas que ellas. Esa es la cuestión, que donde, por un proceso natural, anteayer entraba una, ayer dos y hoy tres, mañana entren no cuatro sino doce, porque si entran cuatro capacitadas hay ocho parásitas que no van a entrar. Pero si para que entren esas ocho parásitas hay que sacar a seis parásitos y dos capacitados, pues eso, que hemos perdido dos ruedas.
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