está de enhorabuena: así lo evidencia el que hayamos conseguido ganar el prestigioso Premio Príncipe de Asturias dos años consecutivos. Esto vendría a ser equivalente a ganar el Nobel de Medicina dos años seguidos, a que se jugara el partido del siglo dos fines de semana seguidos, o a que Jesulín de Ubrique cantara su "Toa, toa, toa, te nesecito toa" a dúo con Raphael. Así que no es poco.
Publicaciones científicas como Marca nos informan de que otros candidatos eran: Agassi, Beckenbauer y Nadal. Pero nada tuvieron que hacer ante los "obvios méritos" de la selección española de baloncesto, consistentes en ganar el campeonato mundial tres días antes.
Alguno podría decir que el mundial de baloncesto lleva disputándose décadas y hasta ahora, que se sepa, siempre lo ha ganado alguien (frecuentemente, álguienes que también ganaron olimpiadas... a veces varias olimpiadas y varios mundiales...) sin por ello hacerse acreedores a ningún premio. Pero ya se sabe que el deporte nacional es la envidia -por lo que no debemos perder la esperanza de que España, así, en bloque, gane el Príncipe de Asturias en el futuro- y no hay que hacerles caso.
Sería un error imaginar que a la selección le han dado el premio por ganar el mundial. Tal cual lo dijo Samaranch al leer el fallo, ha sido por bla-bla-bla, fomentar los valores bla-bla-bla del deporte y bla-bla-bla-bla. Sí, bien está que se recuerde que "lo importante es participar" y que se den premios de alta categoría internacional a unos chicos muy altos por salir en la tele botando y cantando canciones como buenos amigos unidos por el deporte. ¡Y eso que no tenemos imágenes de lo bien que se lo pasan tomando cañas juntos! Nos han convencido a todos de que los reencuentros en la selección española son aún más emotivos que en el ejército suizo (que sé de buena tinta que era el candidato "tapado" de esta convocatoria).
Como a Fernando Alonso, que le dieron el premio el año pasado por participar en el campeonato mundial de Fórmula 1 (que, por cierto, ¿por qué lo llaman "mundial" si sólo hay uno?). También entonces ejercitaron sus glándulas los envidiosos, sin tener en cuenta que Alonso encarna los auténticos valores deportivos del siglo XXI: compite en un campeonato donde la desigualdad de oportunidades entre los participantes es obvia; cuando algo va mal la culpa es de los mecánicos, de los que planifican la estrategia o del lucero del alba; se forra haciendo publicidad, etc. ¿Qué mejor inspiración para los niños y jóvenes? ¿Quién querría ir a una entrevista de trabajo en igualdad de condiciones con los demás y luego ir a trabajar a comerse marrones, en lugar de -como vemos en la publicidad- soñar lo que va a pasar en el futuro, conducir el mejor coche, dominar el tiempo y matar dragones con una señal de tráfico?
¡Ecce homo! ¿Quién querrías ser: Fernando Alonso o Forrest Gump?
Por eso es fundamental la concienzuda labor del jurado de los Príncipe de Asturias, aunque haya quien desdeñe este premio del deporte. Formado por expertos mundiales de la misma talla que los que puedan decidir el Nobel de Física, tales como Matías Prats, Jaime Lissavetzky, María Escario, J.J.Santos y Daniel Gutiérrez Granda*, a él hemos de encomendarnos como garante de los inmortales valores del deporte. ¡Y que gane el mejor!
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*Como a este sólo le conocerán los gijoneses, aclaremos para el mundo en general que Gutiérrez Granda ha sido muchos años concejal de Deportes y de Festejos del Ayuntamiento de Gijón.
viernes, 8 de septiembre de 2006
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