jueves, 23 de febrero de 2006

Qué bueno descubrir que el trabajo de uno es tan valioso

He entrado en el Google Scholar, a ver qué decía de , y aparte de comprobar que hay un cirujano plástico de Burgos que se llama Pedro Terán (cosa que ya sabía), me he quedado un poco sorprendido.

Vamos, que no voy a poner un enlace al Google Scholar en la columna de la derecha.

La razón es que no se incluyen enlaces al doi de los artículos (doi="digital object identifier") mientras que sí que hay enlaces a empresas, como Ingenta, que venden los artículos. Omitiré aquí cualquier sospecha sobre el tipo de relación que exista entre Google e Ingenta.

(Aquí hay que comentar, para quien no lo sepa, que publicar un artículo en una revista científica requiere en un 99% de los casos firmar un contrato de "transferencia de copyright" completamente ilegal. No hace mucho he firmado uno con Taylor & Francis, según el que ni siquiera tengo derecho a enseñar una copia del artículo a un colega con el que me encuentre en un congreso. ¿Acaso creían ustedes que el siglo XIX había terminado?)

Por lo tanto, lo de descubrir que Ingenta vende copias de mi primer artículo por 54,33 dólares más impuestos me cabrea bastante. No porque yo no vaya a ganar nada con ello, que es obvio, sino porque ya me parece bastante mal que las corporaciones editoriales se forren con mi trabajo, como para que vayan vendiendo a terceras empresas el derecho a forrarse también.

Que quede claro que jamás pensé que esto no ocurriría, sino todo lo contrario. Me decían: si, total, van a imprimir la revista, la van a mandar a las bibliotecas de las universidades y ya está, a criar polvo, ¿para qué quieres los derechos de un artículo de matemáticas que nunca va a generar ningún dinero?

Lo fastidioso es tener razón. En fin, que Google siga con esa política contra los autores, que seguro que le irá muy bien.

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