Ayer vi en el telediario que venden alfombras de Jordi Labanda.
Primer acto:
Labanda hacía una página de humor en un suplemento dominical en la que hacía una crítica sarcástica del pijerío más recalcitrante. Recuerdo una viñeta en la que una pareja está en actitud de "Y ahora, ¿qué vamos a hacer?" al habérseles fundido una bombilla. El subirse a una banqueta y cambiar la bombilla está, por supuesto, muy por debajo de la dignidad de cualquiera de los dos miembros de la pareja.
Sin embargo, ya se sabe cómo son las cosas. Jordi ponía a sus personajes unos diseños tan mega-fashion-fashion que encandiló a sus criticados. Es probable que de inicio su interés estuviera en el diseño más que en el humor (yo nunca le encontré mucha gracia a sus chistes, de hecho), y que escogiera ese tema y ese tipo de personajes porque le daban la oportunidad de mostrar un vestuario interesante.
Segundo acto:
Veo en la tele, atónito perdido, cómo Isabel Preysler le da a Jordi Labanda un premio o no sé qué de Porcelanosa. El Labanda parece nervioso y fuera de lugar; mira a los lados como preguntándose si algún amigo cabrón le estará viendo. Vete tú a saber, me digo yo, lo que estaría acostumbrado a decir de la Preysler (su casa con catorce baños parece la mansión espiritual de los personajes de Labanda) a la hora del café.
Al poco, las librerías se llenan de bolígrafos de Jordi Labanda, carpetas de Jordi Labanda, libretas de Jordi Labanda... a unos precios sólo razonables para los hijos de los ex criticados por Labanda.
Tercer acto:
Jordi Labanda vende alfombras; la voz en off nos informa de que el precio de las alfombras con dibujitos de diseñadores (una moda, a lo que parece) está entre 600 y 6000 euros. Vamos, que una alfombra vale por muchos bolígrafos.
Por mi parte, hace años que no he visto nada original ni ninguna evolución en Labanda. Le han salido imitadores y supongo que, además, en su página semanal ya no se critica el pijerío recalcitrante.
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Hace 4 minutos
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