lunes, 17 de octubre de 2005

Fábulas chinas

Me compré en Beijing un libro de antiguas fábulas, en edición bilingüe, por 12 yuan (1,2 €). Es fascinante comparar la versión china con la inglesa ya que los textos son a menudo profundamente distintos, evidenciando la distancia entre ambas culturas.

(Lo primero que vi allí en la televisión fue un grupo de chinos con gorras de béisbol al revés, rapeando. Ya pueden ir cuidando su cultura "ancestral y milenaria", porque si no en medio siglo no quedará nada de ella. Y esto va por nosotros también.)

Por ejemplo, una de las fábulas se titula "Sospecha". Pero el título de la versión original ocupa cuatro caracteres. ¿No es sorprendente, y en algún sentido maravilloso, que 1300 millones de chinos vivan sin que en su idioma exista la palabra "sospecha"?

Por contra, las doce líneas de "Un erudito compra un burro" están condensadas, por increíble que parezca, en tan sólo 12 caracteres chinos. De ellos, los cuatro primeros dicen "Un erudito compra un burro" (esto no porque yo sepa chino, sino porque son idénticos a los del título; en la esmerada traducción, "Un día un estudioso erudito estaba comprando un burro en el mercado"). El resto ocupa 8 caracteres en chino y 10 líneas en inglés. Ante esto, sólo cabe preguntarse: ¿cuánto de la historia está implícito?

Algunas de las historias tienen un carácter parabólico muy refinado: presentan un relato muy obvio y sin ninguna sofisticación. Supongo que entonces el oyente o lector debe reflexionar para identificar en su vida situaciones en las que se comporta de una forma tan estúpida como el protagonista. Esto, sorprendentemente, funciona. La siguiente es un ejemplo:

El lord al que le gustaban los dragones

El lord She era tan aficionado a los dragones que había hecho que pintaran y esculpieran dragones por toda su casa. Cuando el auténtico dragón del cielo se enteró de esto, bajó volando y metió la cabeza por la puerta del lord She, y la cola por una de sus ventanas. Al verlo el lord huyó espantado, fuera de sí.

Esto muestra que en realidad el lord no era aficionado a los dragones. Le gustaba todo aquello que se pareciera a un dragón, pero no un dragón genuino.


Hala, rebusquen, que seguro que encuentran.

1 comentario:

Blas Femen dijo...

Claro, hombre, es la fábula de por qué se han creado las religiones en el mundo, porque nos gusta lo que parece "bueno" y "verdadero", pero para nada admitiríamos en nuestra vida la bondad y la verdad auténticas. Por poner un ejemplo sencillo, estoy convencido que muchos de los llamados "cristianos" renegarían del mismo Cristo si lo tuvieran delante, empezando por los jerarcas.