sábado, 5 de enero de 2013

La hora H

Bueno, aparentemente llegó la hora definitiva. Intento entrar en Google y me dice que tengo que meter mi contraseña. Para usar el buscador.

De un par de años hacia aquí, el lema de "Don't be evil" había ido quedando cada vez más trasnochado. La anterior a esta había sido la aparición en Google Books de enlaces a Google Play y botones de "Cómpralo". Recordemos que Google Books había sido presentado como un proyecto ultra-altruista para digitalizar toda la cultura humana con cargo a los bolsillos de Google. Google digitalizó y subió a la red decenas de miles de libros sin autorización de los propietarios de los derechos; pero, claro, era por una buena causa, así que molaba, ¿no? Ahora, al lado de x páginas del libro tienes un botón de "Cómpranoslo".

La anterior a esa había sido cuando accediste a que Google cruzara los datos de todos los servicios suyos que utilizaras, a que usara libremente los datos de localización de tu móvil, etc.

A mí me parece un error total, no solo porque trae a la superficie el tema de asociar búsquedas a usuarios concretos, sino porque la forma en que Google ha dilapidado su imagen en poco tiempo es insólita.

Google prosperó de la forma en que se prospera hoy día: cambiando la vida de la gente que interactúa contigo. En mi caso, la mayor parte de mis artículos no habrían podido existir sin Google, y sin Google ni tendría la misma pareja ni debería media hipoteca a un banco, ni habría trabajado cinco años en la Universidad de Zaragoza. Y aquí estoy, echando pestes de Google. Dado que Google ha hecho más por mí que España, parece que lo lógico y fácil sería que sintiera un cierto patriotismo hacia ellos.

Pero, por este camino, me parece que lo llevan un poco mal. Si lo único que pedimos es que no se quiten el guante de seda...

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