viernes, 10 de diciembre de 2010

Sinceramente, no sé explicar en un título el hilo conductor de esta entrada; yo quería que lo hubiera, de verdad

Hace algunos días, aparecía esta entrada de Sergio Parra en Genciencia. El título y tema es "Cuando la autoridad científica no permite que la ciencia progrese".

A veces, uno no entiende muy bien algunas discusiones. Si los científicos son humanos y los humanos son como son, que lo son, entonces por supuesto que tendrá que haber casos de autoridades científicas que hayan tratado de bloquear el ascenso de mejores teorías para no perder su estatus. Más interesante es la pregunta de qué mecanismos existen para evitarlo, y si funcionan bien o no.

Leí una vez un texto del probabilista holandés Piet Groeneboom, en el que comparaba el mundillo de la música con el de las matemáticas. Si no recuerdo mal, Groeneboom había visto como un profesor criticaba como errónea la forma en que un estudiante ya avanzado interpretaba una partitura (no lo escrito en ella, sino lo no escrito, el cómo se suponía que la obra tenía que sonar). Él se preguntaba, ante el "silencio cómplice" de los otros concurrentes, qué hacía que la interpretación tradicional fuese "correcta" y la del estudiante "incorrecta", y reflexionaba que en las matemáticas la situación es opuesta: un estudiante brillante puede proponer un punto de vista original y nadie supone que "por defecto" es un error de su formación y lo que debe hacer es aprender bien la interpretación tradicional.

Al margen de las prevenciones con que uno quiera tomar esta historia en mi torpe versión, con las que probablemente esté de acuerdo, un rasgo fundamental de la ciencia es el desprecio por el principio de autoridad, que lleva asociada también la fantástica idea de que cualquiera puede cuestionar a cualquiera por cualquier cosa.

El problema es cuando la cosa opera al contrario, que no es que Fulanito nos intente convencer de algo y lo aceptemos porque él lo vale, sino que nosotros vamos a Fulanito a preguntarle: Fulanito, tú que eres muy listo, ¿qué opinas de...? A veces, "qué opinas de" significa "Por favor, ahórrame el esfuerzo de pensar por mí mismo en este tema al que no pienso dedicar ningún tiempo. Simplemente diré lo mismo que tú y haré ver que estoy en la onda, además si alguien me contradice le diré: Pues hace poco estuve hablando con Fulanito y me dijo que piensa lo mismo que yo, así que no debe de ser tan absurdo."

La opinión de los fulanitos del mundo a veces se extiende sin que el fulanito haga ningún esfuerzo al respecto, simplemente por descuido ajeno al olvidar ejercer los más elementales derechos/obligaciones/higiene mental.

De todas formas, a lo que yo iba es que muchas veces, en las obras de divulgación, se da una reescritura simplista de la historia basada en un sentimiento ingenuo de "necesidad histórica" de los progresos científicos. Es decir:
a) Menganito tuvo una idea.
b) Fulanito no puso nada de su parte para que Menganito desarrollara su idea.
c) Décadas después, pensamos que la idea de Menganito fue fantástica, y qué pena que tardara tanto en alcanzar su estatus actual.

Aquí llega el revisionismo:
d) Por lo tanto, Fulanito es un malvado que se quiso cargar a Menganito porque le caía mal, porque su idea amenazaba a la teoría de Fulanito, porque era un homófobo racista sexista, etc.

Cuando lo que probablemente haya ocurrido multitud de veces es nada más que Fulanito pensó que era una idea pésima, que contradecía teorías que él consideraba sólidas y bien establecidas, que no era prometedora en comparación con otros enfoques que se estaban siguiendo, que era similar a otras de las que Menganito nunca había oído hablar pero que habían fracasado en el pasado, o tenía un prejuicio sobre el talento de Menganito (como lo tenemos nosotros ahora porque Menganito sale en los libros de divulgación, pero de signo contrario).

Por acudir a un caso citado por Sergio Parra en su entrada, cuando Leopold Kronecker (no Felix Klein) frustró reiteradamente la ambición de Cantor de ocupar una cátedra en Berlín (entonces el centro neurálgico de la matemática alemana), ¿fue porque Kronecker consideraba que Cantor era demasiado listo para tenerlo cerca, como parece que hoy nos gusta pensar, o porque consideraba que era demasiado tonto?

En la correspondencia entre Cantor y Dedekind (creo recordar), el propio Cantor relata que, cuando acusó abiertamente a Kronecker, la reacción de este fue de sorpresa. Cantor le pedía una reconciliación y quizás Kronecker ni siquiera sabía que estaban desconciliados. Quizá había ofrecido los puestos simplemente a quienes le parecían más aptos (y habremos de creer que eso es lo mismo que Cantor hizo en Halle cuando ofreció una cátedra a Dedekind).

Dada la inmensa influencia de Cantor y los matemáticos a su vez influidos por él (como Hilbert, Hausdorff, Zermelo, Peano, Bernstein, por decir alguno), desde nuestra perspectiva podemos sentirnos tentados de pensar que Kronecker iba por el mundo diciendo que Cantor era un charlatán porque creía que era un genio; pero yo me inclino a pensar que simplemente creía que era un charlatán. Al fin y al cabo, gente como Poincaré tenía poco bueno que decir del trabajo de Cantor, e incluso alguno de sus partidarios, como Russell, considera (en The principles of mathematics) erróneo algún punto de vista suyo que hoy día es estándar.

La consideración que en un determinado momento se tiene de equis científicos, como la que puedan merecer literatos, artistas o pensadores, depende del contexto en que se inserta el acto de valorar. "Fulanito es una figura central..."; pero, ¿está en el centro de qué? Será central por ser central en algo que mucha gente considera central, y lo considera así por la combinación de un complejísimo cúmulo de circunstancias; en algún sentido, Bach y El Quijote son inventos de épocas posteriores, y no están libres de volver al olvido. (Cuando uno lee que la importancia del Quijote, dicho con las palabras que sean, es ser una especie de precursor del posmodernismo, en una lectura en la que lo único que se destaca es la "metaficcionalidad", la no fiabilidad del narrador o la distancia paródica, se pregunta... en fin, de nuevo es otra historia.) A lo mejor pasado mañana encontramos el centro en otra parte.

Un ejemplo que me gusta es el físico Gabriele Veneziano. Junto con otras personas, Veneziano propuso la primera versión de una teoría de cuerdas. Incluso en los relatos de sus posteriores reivindicadores (de nuevo de memoria, p.ej. El universo elegante de Greene) se explica, y no hay por qué no creérselo, que esa teoría no podía resolver los problemas para los que fue concebida, que tuvo un impacto mínimo, que se comprobó que no funcionaba y que el ascenso de la cromodinámica cuántica acabó con ella.

Pasó una larga temporada flotando en la nada, hasta que surgieron las teorías supersimétricas de cuerdas, unas teorías distintas para resolver problemas distintos, lo que no es óbice para que, hoy que los cuerdistas mandan en la física teórica, Veneziano haya sido incorporado al relato de esas teorías como gran precursor y, de hecho, se pase la vida viajando a recibir premios. Ha recibido hasta el premio James Joyce, que lo faculta como figura central de la talla de Will Ferrell, Hans Blix y Gary Lineker (ya no nos acordamos de quién era Blix, ¿eh?)

La pregunta es: si la teoría de cuerdas fracasa, a ver quién se va a acordar de Veneziano ("físico teórico italiano y fundador de la teoría de cuerdas", Wikipedia). A lo mejor, hasta se queda con la culpa de todo.

Y hasta aquí hemos llegado en este paseo decembrino.

11 comentarios:

Carlos Garrido dijo...

Yo creo que de pequeño te caíste en una marmita de poción mágica caducada y en vez de superfuerza te quedó supersaber.

Pedro Terán dijo...

Bueno, me parece que Fernando Ángel se aproximó más :S

Te recomiendo el blog de Pseudópodo (en la lista de enlaces). Pongamos que yo soy Bob Esponja y Pseudópodo es la Pantera Rosa.

Sr. IA dijo...

Los reduccionismos... A Belarmino se le ha puesto a parir (con justicia) por acallar a Galileo. Se obvia la dependencia del sistema Belarmino del Aristotelismo. Sin la física de Aristóteles, TODO se venía abajo (como así fue, salvo en las universidades españolas, claro). Pienso que Belarmino pensaba sinceramente que "aquello no podía ser de ninguna forma". Después de todo, la ideología marca siempre el camino.

Salvando las distancias. Es como si un señor viene ahora y pone en solfa la teoría de la Relatividad -con pruebas demoledoras-, el mundo se atestaría de Belarminos. El belarminismo es ley de Vida y supongo que tiene su función.

Pedro Terán dijo...

Probablemente el primer pensamiento autoconsciente fue: ¡Ay, no, esto no puede ser de ninguna manera!

JuanPablo dijo...

excelente post!

Pedro Terán dijo...

Gracias, JP :)

¿Cómo fue aquella charla que tenía tan buena pinta?

pseudópodo dijo...

Iba a hacer un comentario trivial pero después de que me compares con la pantera rosa me veo obligado a decir algo inteligente... aunque ¿no era muda la pantera rosa?

Bueno, lo diré aunque sea trivial: a este Sergio Parra no hay que tomarlo muy en serio. Escribe demasiado y no puede pensar todo lo que dice. Además, pertenece a esa legión de blogueros no-científicos que de pequeñitos leyeron a Sagan cuando les tocaba por edad (mental) leer a Salgari, y se quedaron con la idea de que los científicos son Sandokanes y la investigación una lucha del bien contra el mal.

Ah, y gracias por las flores, Bob :)

JuanPablo dijo...

uh!!! qué gran descripción la de pseudópodo!

hay un detalle sobre esta gente: ¿se fijaron que en un post critican a Y, por estar en contra de X, pero en otro lo alaban a Y como un genio incomprendido por Z, pero en otro es Z el ensalzado...?

Igual hacen trampa, porque no siempre suelen mencionar a los supuestos "villanos" con nombre y apellido (¿alguien vió que mencionen por su nombre a Florence Nightingale en las infinitas laudatorias a Semmelweiss?).

Como sea, hay algo a favor de que L Kronecker no apreciara tanto a Cantor como matemático, y es que cuando Cantor resuelve el problema de la unicidad de las series de Fourier, LK le mejora de inmediato la demostración y le reduce las hipótesis. Eso fue antes de su teoría de los cardinales, y en un problema clásico para nada controvertido!

JuanPablo dijo...

pedro, la charla estuvo linda, poca gente pero hicieron muchas preguntas. La organizadora ponía cara de terror cuando conté los primeros usos reales de la teoría de juegos, cómo eligieron Hiroshima (von Neumann a la cabeza), y cómo Compton, Lawrence, Oppenheimer, y Fermi defendían sus argumentos para usarla en vez de hacer una demostración volando una isla desierta del pacífico.

Pedro Terán dijo...

Bueno, a Sergio hay que tomarlo en su contexto: es una persona que (creo) aspira a vivir de lo que escribe. También creo o sospecho que en algún momento pensó que tenía que superar un problema de comunicación, ya que tenía un blog bastante interesante pero cíclicamente le caían las típicas acusaciones de pedante o intelectualoide. Ahora busca un perfil mucho más comercial, textos fáciles sin ninguna ramificación, vocabulario de 4000 (o equis) palabras, pocas subordinadas, y un título sensacionalista para que te suban a Menéame.

Que yo no lo critico, simplemente lo lamento. Con toda probabilidad pasará menos hambre de esta forma.

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No sé si esta percepción mía es correcta (en Internet, la percepción que alguien tiene de ti es bastante aleatoria, ya que proviene de reconstruir un todo a partir de una muestra de fragmentos que siempre es mucho menor que todo lo que hay disponible). De todas formas, ahí va una entrevista reciente suya:

http://ocultandoelsol.wordpress.com/2010/10/03/entrevista-a-sergio-parra-por-claudia-burk/

Pedro Terán dijo...

"La organizadora ponía cara de terror cuando conté los primeros usos reales de la teoría de juegos"

Jajaja...