lunes, 13 de junio de 2011

Conocidos conocidos (III)

La azafata más sexy que me haya atendido en un avión se inclina hacia mí; lleva en la mano una lista de pasajeros salida de una impresora matricial.

-Bonjour, monsieur. Vous avez une connection, destination Madrid, c'est correct?

(Según una creencia surgida de la teoría de los "muchos mundos", en algún universo paralelo o para lelos eso había sido una excusa para añadir: Mon frigo refroidit trop, veuillez-vous venir chez moi ce soir pour le fixer?)

-Ah, ouais, c'est ça.

-Que mira, hemos salido con mucho retraso y es impredecible lo que podemos tardar o no en aterrizar. Tu equipaje está etiquetado como "short connection", en cuanto aterricemos será lo primero que salga de la bodega y se transportará directamente al otro avión. Tú te montas en una furgoneta que te llevará a la puerta de embarque; si no llegas a tiempo, nosotros nos ocuparemos del equipaje hasta que llegues a Madrid. C'est tout bien compris, monsieur?

-Oui, bien sur. Merci beaucoup.

Me bajo del avión con mi equipaje de mano, monto en la furgoneta, arranca con mucha prisa.

Y me quedo mirando al tío que está sentado al lado:

-Urrutia. ¿Qué haces tú aquí?

Urrutia se volvía a pasar las navidades a casa de sus padres. Era una cosa improvisada, y mediados de diciembre no es buena época para comprar billetes de avión. Eso explica qué hacía, como yo, atrapado en la absurda ruta Glasgow-Bruselas-Madrid con Sabena. Cuando yo compré el billete, Glasgow-Bruselas-Madrid ida y vuelta me salía más barato que Glasgow-Londres-Madrid con British. Al año siguiente, Sabena quebró. Ya, a mí tampoco me sorprendió.

-Es que estoy estudiando en Glasgow, me voy a pasar las vacaciones a Gijón.

-Pero si ayer mismo estuve con Nici.

Yo, perplejo. ¿Cuál es la probabilidad de que tres que han ido a clase juntos estén en la misma ciudad extranjera, y dos se vuelvan a España el mismo día en una ruta implausible como Glasgow-Madrid vía Bruselas?

El caso es que él y yo prácticamente pasamos el día juntos, porque, tras habernos conducido a toda prisa a la puerta de embarque, el vuelo acabó saliendo con hora y veinte de retraso, y además al llegar a Madrid descubrimos que habían perdido nuestro equipaje, así que hicimos cola juntos un buen rato para reclamar.

Teníamos justo delante lo que parecía un intelectual francoalemán de unos 45 que combinara la politología con la escalada en los Alpes. Llevaba del brazo una rubia de Europa del Este, por lo menos veinte años más joven que él, con un abrigo de terciopelo rojo. Sin cortarse -estábamos en Madrid y no tenían por qué no saber español- Urrutia me suelta en voz alta:
-Como dicen en las películas, esa es por lo menos su sobrina.
Pero, bueno, ese rol de gracioso es el que había adoptado siempre en el instituto. Por eso me resulta simpático que el de la clase que se ha hecho famosete sea él.

Dejé a Urrutia en Madrid, planeando pasar el último año de la carrera en casa de sus padres con una beca Erasmus (en el examen de idioma, no creo que sacara mala nota). Lo siguiente que supe de él es que había abierto un restaurante en Gijón, Paladares. ¿Restaurante?, dije yo. A fecha de hoy no sé si se estuvo quedando conmigo con lo del Erasmus, o qué.

En 2002 ganó el campeonato de España de cocineros, lo que le llevó a representarla al año siguiente en el Bocuse d'Or, que dicen que es un premio prestigioso. Allí no quedó muy bien, y para más inri Telegijón había enviado un equipo especial para cubrir el evento. El primer plato a elaborar era trucha de los fiordos noruegos y el ganador fue el representante de Noruega, sin que con esto quiera yo más que subrayar lo impredecible de esta coincidencia.

2003 fue también el año en que a Alejandro le dieron una estrella Michelín, algo tan desusado en mi ciudad como ver a Lenny Kravitz echando pan a los patos en el parque. Cerró Paladares y se metió en un proyecto difícil de entender y de explicar, con el que obtuvo otra estrella en 2006: Gallery Art & Food ("Arte y comida unidos por la traumatología").

El concepto Gallery, dicho en mis palabras, consistía en dejarse un mínimo de 30 euros por comer en plato cuadrado debajo de un Lichtenstein. A mí me perdonarán, pero paso. Me conformo con el dibujo de mi sobrina que tenemos en la puerta de la nevera, una Hello Kitty en bicicleta que, sin ser un Poulain, todo sea dicho, está bastante majo. Está calcado, lo que la acerca más a Lichtenstein que a Poulain.

En 2007 vino lo más sorprendente; o, a lo mejor, igual que la trucha noruega, exactamente lo que cabía esperar visto lo anterior: Givenchy le encargó 15000 "gominolas de alta cocina" para repartir en El Corte Inglés.

Entre Lichtenstein y las gominolas de alta cocina, la cosa empieza a tomar un cariz de vendida de moto mediática... aunque no tan original como las gallinas de Adrià a las que sólo daban de comer espárragos para que pusieran huevos con sabor a espárrago.

Al año siguiente Urrutia sale en el programa Con nombre propio del Canal Huevo Frito (que le llamo yo), en el que varios jóvenes cocineros se turnan para enseñarnos sus recetas. En sus programas se hacen recurrentes guiños pseudo-artísticos bastante mal traídos, como la receta del pig al pop art, un "cochinillo deshuesado con flan de champiñones". Nos dice la Wikipedia que
El Arte Pop ... se caracteriza por el empleo de imágenes de la cultura popular tomadas de los medios de comunicación, tales como anuncios publicitarios ... en oposición a la cultura elitista ... además de resaltar el aspecto banal o kitsch de algún elemento cultural, a menudo a través del uso de la ironía.
¿Cómo sería un pig al pop art? ¿Quitándole al cochinillo la típica manzana de la boca para ponerle la capucha de Batman?

Pues de cochinillo popular tiene poco, vean la foto:

Lleva gelatina de tomate y spaghetti de aceite, y tiene ingredientes como kappa, micri, agar, germinados de tahoo, y goma xantana. Micri significa Miguel y Cristina, por cierto. Si en la investigación química se descubrió el curio, ¿por qué en la gastronómica no se iba a descubrir el micri?

En fin, últimamente lo tengo perdido. Cuando puso una flor encima de un taco de bonito (creo que era), calificando esa acción como "darle un toque Andy Warhol", me dije: "Ahí te has pasao, Urrutia. Aunque hayamos ido a clase juntos, tomaduras de pelo las justas..." ;)

6 comentarios:

Estudiante dijo...

Madre mía lo que te habras fumado para escribir esto....
Oye Pedro tienes que darme el número de tu camello porque el material que te ha pasado tiene pinta de ser muy bueno.
PD: aunque me lo he leido, no estaría mal que pusieras un resumen para vagos...

Carlos Garrido dijo...

En esta vida hay dos tipos de persona: los que saben aprovechar lo estúpido de nuestra era y los que no.

Los que incluyen "moderno" en su labor (por ejemplo, creador de arte moderno, cocina modernista, etc) suelen ser de los que si saben.

Y tu peleándote con la editorial para que al final te publiquen en un campo que no es el tuyo.

Ja.

Sr. IA dijo...

Pobre Urrutia... ¿Te robaba la merienda? ¿Te hacía collejobullyng?... Te veo poco inclinado hacia la gastronomía de autor...

Pericote dijo...

Es evidente que la cocina de autor es un nicho de mercado que presenta un reclamo acentuado sobre lo "exótico", faceta que, como todo lo que suele ser interesante económicamente para el ofertante, suele evolucionar en un absurdo que nos lleva a "inspiración de crema" cuando lo que hacen es meter unas lentejas en el pasapuré o vaya usted a saber el qué. No somos una país de botijo y pandereta por casualidad, estamos dispuestos a pagar cantidades nada despreciables por algo que no llega ni a proyección de comida. No obstante, Urrutia supo ver negocio en ello, y ahora vive sumido en un mundo de abstracción sobre la abstracción. De ahí sus chascarrillos culinarios.

Pedro Terán dijo...

Sr.IA: Hombre, el texto es defectuoso en que parece que el tono se va volviendo negativo conforme avanza, y acaba en un momento un poco inconveniente, pero no he sabido más de él y tengo que parar ahí. En realidad, si distinguimos lo principal de lo accesorio, no es esa la perspectiva que pretendo dar. Me parece fantástico que haya tenido éxito como cocinero; otra cosa es que imaginar dependientas repartiendo "gominolas de alta cocina" en el Corte Inglés sea involuntariamente gracioso...

La cocina de autor nunca la he probado, de todas formas de comer un "ravioli sférico" en un plato cuadrado a un ravioli normal en un plato normal no puede haber tanta diferencia. Lo importante será que esté bueno, no que sea de autor o de abuela.

Pericote: Supongo que la cosa entra en el "consumo de experiencias", si te crees que has comido una obra de arte valorarás más la experiencia.

Anónimo dijo...

Así se hace la gelatina:

http://www.webislam.com/?idv=2016

Ya no la como, prefiero hacerme gominolas con agar-agar.