Bueno, ya tengo Internet en el despacho; el único problema ahora es que estoy muy liado.
Creo que se llamaba
Perseguido esa película basada en la novela
Running man de Stephen King (escrita con uno de sus varios pseudónimos, probablemente Richard Bachman), en la que Arnold Governator hacía de participante en un concurso que entonces nos parecía estrambótico pero que fácilmente en los Estados Unidos ya les debía de resultar tan factible como nos lo puede parecer hoy a nosotros.
Por no remontarnos a
Fahrenheit nosecuántos y su anticipación de las persecuciones de criminales retransmitidas por la televisión, que hoy encontramos en los telediarios un día sí y otro no.
De la misma forma, la evolución de las encuestas de los alumnos hoy nos anticipa lo que ayer habría sido imposible, hoy parece lejano y mañana será censurable cuestionar.
La evaluación de la docencia por los alumnos, vulgarmente conocida como "las encuestas", es un sistema que nunca ha tenido mucha razón de ser. Para saber la fiabilidad que tienen no hay más que ver el grado de valoración que otorgan a tu asistencia a clase. Si has ido a clase todos los días, tendrían que ponerte un 5, que es la máxima puntuación. Bueno, pues siempre aparece algún 1 ("muy deficiente").
(Luego nos preguntamos cómo en las guerras civiles hay gente que presta falso testimonio para que fusilen a sus vecinos.)
El resultado final de la evaluación es un número, que es la media de tus puntuaciones. Con ese número, ahora se toman decisiones como si darte o no complementos de nosequé, acreditaciones de la ANECA, etc. Ahora, ¿qué fiabilidad se puede dar a una media en la que intervienen de igual manera los siguientes ítems:
9. Condiciones materiales y ambientales de impartición de las clases de laboratorio, prácticas de campo, taller, clínicas...
19. Potenciación del diálogo.
que los siguientes:
13. Dominio de la materia que imparte.
16. Claridad y orden en la presentación de la materia.
O sea, que si uno no sabe de qué habla no pasa nada, ya que lo puede compensar potenciando mucho el diálogo.
Este año, lo más sorprendente ha sido comparar las puntuaciones que me han puesto dos grupos de la misma asignatura, con el mismo profesor de teoría y el mismo profesor de práctica (yo), que tenían clase los mismos días de la semana.
Cabría pensar que a lo mejor eran parecidas, pero no: hay una diferencia casi sistemática, de alrededor de medio punto en cada pregunta. En particular, en las referidas a la asignatura: si es fácil o difícil, si los objetivos se han definido con precisión, etc.
(Esto demuestra que los horarios de las asignaturas no afectan a los resultados de las encuestas.)
También es muy interesante comparar el curso de los alumnos con la puntuación media que te dan, con el resultado siguiente: los alumnos de primero te ponen menores puntuaciones que los de tercero o cuarto.
Otra: los alumnos de asignaturas optativas te ponen mayores puntuaciones que los de asignaturas obligatorias.
(Todo esto demuestra que nada influye en las encuestas: ni el número de alumnos por aula, ni el que ellos vayan a esa asignatura voluntariamente o no, ni su madurez, ni nada.)
Por tanto, concluimos que las encuestas son un método perfecto de evaluación de la docencia, y que es lógico que se gaste dinero en hacerlas. Tienen unas ciertas imperfecciones, como que los alumnos tienen que estar en clase para hacerlas, por lo que también propondríamos que puedan hacerlas desde su casa, por Internet, aunque nunca hayan ido a clase.
Para motivar a los alumnos, podemos decirles que si se pasan una tarde comiendo una pizza y rellenando encuestas con los amigos en casa de la Leti, les daremos créditos de libre configuración para que se eviten el cursar alguna asignatura, que siempre es un rollo.
(Esto puede parecer que me lo invento yo, pero no.)
También podemos crear un curso de extensión universitaria sobre
Cómo rellenar encuestas de evaluación de la docencia, por el que también se les pueden dar más créditos de libre configuración.
Eso sí, que no se vayan sin rellenar una encuesta de evaluación del curso de extensión universitaria, no vaya a ser que el ponente se quede sin evaluar. Menudo riesgo sería para la calidad docente.
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Ya veremos dentro de diez años de qué estamos hablando.