Leyendo el periódico me topo con las siguientes declaraciones de un director de cine: "La industria ha reaccionado tarde y mal, y una parte del público ha abrazado la piratería de forma tan exagerada que ha situado el número de descargas ilegales entre los más elevados del mundo. Los hay que creen que el todo gratis es un derecho, aunque luego pretenden cobrar religiosamente por su trabajo a fin de mes. Hemos dejado de percibir ingresos por el nuestro. Y nada de todo esto ha interesado a las autoridades".
Es lo mismo de siempre pero con una capacidad de síntesis muy superior a la de Javier Bardem cuando el famoso tomate.
Lo que se me hace más llamativo es que este pseudodebate solo puede existir en los medios de comunicación. En el mundo real, ¿alguien defiende que la gente no cobre por su trabajo? Entonces, ¿contra quién está debatiendo este hombre?
A lo que asistimos es, exactamente, a la incapacidad de una industria para satisfacer económicamente a autores que tienen tres características: una, que anteriormente podía satisfacerlos y ya no (en este caso, el hombre se ha buscado unas habichuelas fijas como profesor de cine); dos, que siguen teniendo acceso de los medios de comunicación; tres, que consideran esa satisfacción un derecho adquirido y se revuelven contra los consumidores que ponen el dinero.
A toda la abrumadora mayoría de autores, con el mismo derecho a pretender vivir de su obra, a los que la industria nunca ha podido satisfacer económicamente, no los oiremos en los medios porque nadie sabe quiénes son ni a los medios les importa lo que puedan decir, porque no concitan atención convertible en publicidad.
Es decir: siempre ha habido una inmensa cantidad de autores a los que la industria ha sido incapaz de procurar un sustento. Esto no es nuevo ni de hoy, es una característica básica del modelo de negocio de esa industria. Partamos del hecho de que la industria está montada para ganar dinero, no para que los autores puedan vivir de su obra.
Aparentemente, hasta anteayer esto no les parecía mal a los que tenían la suerte de contarse entre los sustentados por el sistema; hoy han caído de esa aristocracia y la culpa resulta que la tenemos los que ponemos el dinero, no los gestores de la industria. Muy lógico.
Pero, bueno, cada uno que elija a sus amigos. Si un autor cree que sus enemigos son los que leen sus libros u oyen sus discos, y sus amigos los que se llevan de cada ejemplar vendido más que él, y ni aun así son capaces de darle de comer, pues él mismo. Seguro que con ello generan muchas simpatías y son capaces de convencer a muchos de que vale la pena pagar 20 leuros por un libro para que el 93% de ese dinero no llegue al autor.
Cómo ser feliz tú y no los otros
Hace 1 día
1 comentario:
El mensaje es para el gobierno y dice: "Estoy en disposicion de hacer mucho ruido contra ti, asi que dame dinero de los impuestos".
Pues eso, que la ramificacion actoral de la casta politica ya vive a base de los impuestos, lo que quieren es un trozo mayor del pastel... y que trabaje otro
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