-Para lo que hay que oír... -dijo Humpty Dumpty.
-Ya lo dijo Shakespeare -replicó Alicia.
-Los límites de mi lenguaje...
-Cállate, Wittgenstein -le cortó Humpty Dumpty.
Una de estas noches, veía en la tele a una psicóloga de una asociación de familias de niños sordos. La entrevista era interesante pero las alarmas saltaron cuando de repente dijo que ella nunca ha conocido a ningún sordomudo, que, sin negar que tal condición sea hipotéticamente posible, con lo que ha trabajado es con muchos
sordos sin desmutizar.
Aunque es obvio que quien nazca sordo y no reciba estímulos para aprender a hablar no va a hacerlo aunque no tenga ningún daño en el aparato fonador, y por tanto cualquiera entiende la distinción que se pretende entre
mudo y
sin desmutizar, me levanté rápidamente a por una libreta al sospechar que se avecinaba un giro hacia la corrección política más insensata. Al fin y al cabo, "sin desmutizar" es solo un circunloquio agramatical para decir "no no-mudo".
Después de las objeciones a usar la palabra "mudo" para referirse a quien no puede hablar, inevitablemente llegaron objeciones a usar "sordo" para referirse a quien no puede oír. La palabra "sordo", nos informa la chica, "parece tener un matiz peyorativo".
¿Lo tiene? Yo nunca he visto tratar de insultar a alguien llamándole sordo; tampoco he visto ningún sordo que se ofendiera por que le dijeran que estaba sordo. Pero nótese que es irrelevante si tiene un matiz peyorativo o no: ella ni siquiera
afirma que lo tiene, sino que
parece tenerlo. Es decir, que hay algo en la palabra "sordo" que
parece que podría usarse como peyorativo. "Parecer" algo es a priori respecto a serlo o no. Al reclamar que parecer algo conlleve las mismas acciones que serlo, lo que se está haciendo es volver inútil inquirir si lo es o no; ¿para qué discutir si algo es o no, si ya se siguen los mismos efectos de que lo parezca?
Y ¿qué es eso que parece peyorativo? Pues sin duda el significado mismo de la palabra; estamos todos de acuerdo, incluidos los sordos, en que la sordera no es una condición por lo general deseable ni superior a la audición normal. Hay que subrayar que, por tanto, cualquier expresión que se invente para sustituir la palabra "sordo", como seguirá significando lo mismo, seguirá pareciendo que tiene un matiz peyorativo a aquellos que encuentran matices peyorativos en las palabras que describen una realidad que no es buen rollito y que va a desaparecer en cuanto la barramos debajo de la alfombra porque para eso nos enseñaron los posmodernos que la realidad la crea el lenguaje.
Por eso, ¡qué gran avance para los sordomudos que la sociedad comprenda al fin que están sin desmutizar, y no mudos!
Es decir, la gente que le tiene miedo al ácido sulfúrico dejará de tenérselo en cuanto le cambiemos el nombre por "gominola de fresa"; además, el contacto con el ácido sulfúrico ya no les hará ningún daño, y sentirán un sabor muy rico si se lo tragan.
Para evitar el círculo vicioso, podemos ponernos todos de acuerdo en llamar a los sordos por algún nombre que signifique otra cosa que sordo. El objetivo es impedir a la sociedad
pensar los sordos como sordos. Esta era una de las opciones contempladas por la chica: llamar a los sordos "hipoacúsicos". O sea, vamos a ver. Una persona no oye. Tenemos dos palabras: "sordo", que significa "persona que no oye"; e "hipoacúsico", que ya se ve que quiere decir "persona que oye poco". Entonces, al hipoacúsico llamémoslo hipoacúsico, y al sordo llamémoslo hipoacúsico.
¿Cuál es la defensa que se hace del término "hipoacúsico"? Primero, que "es un término médico" (sic). Segundo, la ventaja de que permite especificar el grado: podemos decir que una persona tiene "hipoacusia leve, moderada o severa". ¿El grado? ¿Qué carajo de sentido tiene "poder decir" que un sordo -el tema de la entrevista era niños que han nacido sordos- tiene una hipoacusia leve?
En todo caso, nos advierte la chica, no hay que decir "sordo". Como mínimo, siempre hay que decir, comillas, "'persona con', la persona por delante". Y yo me pregunto: ¿por qué? ¿Es que alguien ha sugerido alguna vez que los sordos no son personas? ¿Por qué hay dos grupos de personas: unas a los que hay que llamar explícitamente "personas", por miedo a que se sigan horribles efectos de no hacerlo, y otras de las que ya se entiende que son personas sin necesidad de decirlo? ¿Es que al eufemísticamente llamar a otro "persona" no está uno afirmando no estar entre los que reciben el apelativo eufemístico de "persona"?
Así que, digo yo, mejor llamar a un sordo "sordo" que "persona hipoacúsica en un sentido irónico tanto de 'persona' como de 'hipoacúsica'".
En cambio, debo de estar muy desencaminado, pues al cabo de otro rato noté que, tras disculparse por usar la palabra sordera "para que todos nos entendamos", la chica hablaba repetidamente de las personas que "adquieren" una sordera. Aparentemente, "adquirir una sordera" es una forma de decir lo que toda la vida se llamó "quedarse sordo".
Y es que volvemos a lo mismo, de la sordera no se puede permitir que se diga que se sufre o se padece, sino que
se adquiere. Podría parecer, si no, que estamos sugiriendo que ser sordo es peor que no ser sordo, abundando en ese poder parecer que la palabra "sordo" tiene un matiz peyorativo.
Según el DRAE, "adquirir" tiene cuatro significados: ganar, conseguir con el propio trabajo o industria; comprar; coger, lograr o conseguir; hacer propio un derecho o cosa. Es obvio que la sordera ni se gana trabajosamente, ni se compra, ni se logra o consigue, ni es un derecho que se hace propio. Es, por tanto, un intento deliberado de utilizar un verbo de connotaciones positivas para referirnos a lo que es la pérdida de una funcionalidad comunicativa básica en los humanos, pérdida que dudosamente alguien sufrirá con gusto*.
Como si dijéramos que Fulanito al enfrentarse a los atracadores adquirió una patada en el estómago, o que Menganito al dejar de pagar la hipoteca ostentó una orden de desahucio.
Bien; pero, si "sordera" no puede emplearse, ¿qué es lo que se adquiere en realidad? Amablemente, la chica explicó que algunas palabras no deben emplearse, como "discapacidad" y "minusvalía". Por aquello del matiz peyorativo. Aquí estamos en plena vorágine del ciclo vicioso. A los que hemos vivido las sucesivas fases de "No, no hay que llamarles inválidos, porque parece que quiere decir que no es válido, hay que llamarles minusválidos", luego "No, no hay que llamarles minusválidos, porque parece que quiere decir que es menos válido, hay que llamarles discapacitados", y ahora "No, no hay que llamarles discapacitados, porque parece que quiere decir que tienen menos capacidad", no puede sino dejarnos perplejos que los mismos grupos de presión que te indujeron en el año 198x a usar la palabra A, te digan en el 199x que está mal usar A y hay que usar B, en 200x que está mal usar B y hay que usar C, y en 201x que está mal usar C y hay que usar D.
En palabras de la chica, todas las palabras "empiezan siendo neutras y acaban cargándose de matices". Una alternativa simple a cambiar esas palabras sería comenzar a llamar a lo peyorativo mejorativo. Así, al decir que "persona con dificultades en la actividad" (que es como hay que decir "discapacitado" ahora) parece tener matices mejorativos... ¡Voilà! ¡Todo resuelto! ¡Cuantos más matices mejorativos, mejor!
Vale más que empecemos: de no aplicar esta solución, nos veremos en el 202x aguantando el rollo de "No, no hay que llamarles personas con dificultades en la actividad, porque parece que quiere decir que tienen dificultades en la actividad, hay que llamarlas
personas que luchan por superar sus problemas en la vida".
Y así, por fin, tras décadas de desleír el significado de las palabras, ¡habremos llegado a una terminología en la que
todos seremos "personas que luchan por superar sus problemas en la vida"! ¡Por fin quedarán obsoletas todas las palabras que permitían referirse a la condición específica de cada una de esas personas! Y, no pudiendo decirla, ¡la diferencia simplemente dejará de existir!
(Pero, aun así, ¿deberíamos usar palabras con matices negativos como "problemas"?)
Así que, en efecto, a la sordera hay que llamarla "dificultades en la actividad auditiva", a quedarse sordo "adquirir dificultades en la actividad auditiva", y al sordo "persona con dificultades en la actividad auditiva". Oír no es una actividad, pero qué más da.
Cuánto mejor que esa palabra de "hipoacúsico", con todos sus matices peyorativos, que parece que quiere sugerir que el sordo oye menos de lo normal.