Hace tiempo vi en el blog de Pseudópodo que se había elaborado una lista de "10 libros para leer antes de los 18 años", nada menos que consultando a grandes mentes como la menestra de kultura de entonces.
Mi sorpresa fue que todos los encuestados entendían "diez libros" como diez novelas, y no cualesquiera sino de las que convencieran al menor de que leer es entretenido.
Así que me puse a elaborar mi propia lista. ¿Qué tipo de libros creía yo que sería importante leer antes de los 18? Ojo, no digo que fuera importante que todo el mundo los leyera (que huelga decir que no lo es), sino que, antes de que a uno se le cierre definitivamente la fontanela, le harán más efecto y por tanto le servirán de verdad más allá del momento de terminar el libro.
Mi lista, por orden alfabético de los autores, sería la siguiente:
1. La evolución de la Física (Albert Einstein y Leopold Infeld). Gracias a este libro comprendí lo que es la ciencia, y la importancia de distinguir entre los modelos y la realidad, y de tener en cuenta los preconceptos desde los que se analizan las cosas. He leído decenas y decenas de libros de divulgación científica, y en ningún otro me ha hecho "clic" la cabeza y he pensado: "Ahora me doy cuenta". Utilísimo para contrarrestar la enseñanza formulística de la ciencia.
2. Seguro que bromea, Sr. Feynman (Richard Feynman). Muy divertido libro de anécdotas del físico Richard Feynman (como reconoce la contraportada, el único hombre que ha recibido el Premio Nobel tras haber sido declarado deficiente mental por el ejército de EE.UU.) Feynman personifica el placer del descubrimiento y de adentrarse desprejuiciadamente más allá de lo que uno conoce.
3. Gödel, Escher, Bach (Douglas Hofstadter). Si algo agradezco es haber podido tragarme este inabarcable volumen una vez a los 14 (sin mucho aprovechamiento) y luego a los 16 (ya cogiendo la idea mejor). Me hace gracia que, en la introducción de la (segunda) edición española, Hofstadter cuenta que, habiendo puesto sus manos en el CV del traductor (de la primera), este destaca GEB hablando de "la variedad de temas que conjuga: inteligencia humana e inteligencia artificial, alcances y límites de los sistemas formales, las paradojas radicales del lenguaje y del pensamiento, la omnipresencia de la recursividad y del isomorfismo en toda exigencia cognoscitiva, problemas y aporías actuales de la filosofía de la ciencia, la significación como problema, todo ello a través de la exposición y análisis de cuestiones concretas que plantean la física subatómica, la biología molecular, las ciencias de la computación, las matemáticas euclidianas y no euclidianas, las lógicas proposicionales, la plástica, la música, etc." Lo que me convierte en un ejemplar de niño especialmente masoquista :)
4. De lo espiritual en el arte (Wassily Kandinsky). En este manifiesto, Kandinsky se explaya sobre el arte abstracto, examinando la pintura desde el punto de vista del efecto que produce sobre el espectador. Hoy, que vivimos sometidos a la publicidad y por tanto rodeados de estímulos cuidadosamente diseñados para provocarnos reacciones, sus reflexiones parecen ingenuas (y el que se encuadrasen en un proyecto de profundización espiritual, irónico). Pero es muy instructivo leer el texto poniéndonos en la piel de un artista para quien las destrezas técnicas básicas en arte pueden ser (qué se yo) la obtención de los tonos sutiles presentes en la naturaleza o la representación del espacio mediante la perspectiva. El pintar algo amarillo o azul, o de forma redonda o puntiaguda no porque el mundo sea así sino porque se busca la inmediatez de un mensaje emocional (o espiritual, que diría él) se nos presenta entonces tan escandaloso como es: dar la espalda a una centenaria tradición de técnicas conquistadas para partir desde cero.
5. 1984 (George Orwell). Escrito en 1948, anticipa el futuro (nuestro presente) con total clarividencia... excepto en el detalle de que no nos obligan a hacer gimnasia por las mañanas. La sumisión de una indefensa población por los poderes públicos, basada en la explotación sistemática por una elite, superior no sólo en cantidad de poder, en capacidad de control, en calidad de información o en voluntad deshumanizadora, sino en potencia intelectual.
6. Matrimonio y moral (Bertrand Russell). Russell es mi segundo filósofo favorito, después de Ortega (valoro a los filósofos por orden de diversión). Este es un librito escrito probablemente por dinero, por ejemplo para financiar el colegio que fundó para poder ocuparse de la enseñanza de sus hijos o por cualquier otra causa. Su rasgo principal es mostrar que el tema del ayuntamiento y otros relacionados se prestan a la reflexión y a la observación sociológica y antropológica. Las ideas expuestas terminaron llevándole a ser juzgado y condenado en EE.UU. como "indigno de dar clase en la Universidad de Nueva York". Por suerte, hoy no asustan a nadie, aunque no necesariamente por ello nos resultan más convincentes.
7. La lucha de clases en el mundo griego antiguo (Geoffrey de Ste. Croix). Ah, pero... ¿había clases en el mundo griego antiguo? Poco importa, ya que, una vez superada la primera parte (apta sólo para profesionales) en la que se plantea la metodología y se justifica un estudio marxista o marxiano de Grecia y Roma, este enorme trabajo de Ste. Croix se impone al lector como fascinante, provocativo, denso y revelador. Todo lo contrario de la "H"istoria vista en los libros de texto escolares (en general, cualquier cosa se presenta en los libros de texto escolares de la misma forma).
8. La primera y la última humanidad (Olaf Stapledon). Esta "novela" relata la historia de la raza humana a lo largo de 2000 millones de años: sucesivos ciclos de ascenso y caída en los que se aprecia que lo que hoy es una virtud mañana será un impedimento para la supervivencia. Además de cuestionarse el significado de la ética humana a escala temporal evolutiva, Stapledon tantea en esta obra con una visión moderna, científica, del mito, lo que llevaría a cabo en la aún más ambiciosa El hacedor de estrellas.
9. La concepción semántica de la verdad y los fundamentos de la Semántica (Alfred Tarski), Dos dogmas del empirismo (Willard Quine) y Verdad y conocimiento: una teoría de la coherencia (Donald Davidson). No un libro, obviamente, sino tres artículos de tres señores con la cabeza amueblada, en torno a la terna verdad - significado - conocimiento. En general me parece inútil ocuparse de la filosofía antes de la edad adulta, y de la "F"ilosofía en cualquier momento; pero el pensamiento cuidadoso hay que cultivarlo.
Faltan muchos libros mejores que estos, como mal lector yo sólo puedo poner los que he leído.
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11 comentarios:
Ya sé por qué falta el décimo: cada uno de tus lectores deberá escoger el libro de autoayuda que mejor le sirva para superar este alarde de pedantería :P
PD: El de Feynman es verdaderamente divertido ;)
¿Quién dijo que la violencia doméstica era un mal invento? :p
¡Uy! Lo que me ha dicho...
;)
Ahora lo entiendo todo
El decimo es esa novela que prometiste escribir hace tiempo y que no avanza
Ese dedo en la llaga ha estado bien, pero que muy bien, Sr. R ;)
Pero seguro que tú las leías traducidas al castellano. Yo leí todo esto antes de los doce años en sus idiomas originales.
Por cierto, te sugiero presentarte el primer día de clase a tus alumnos con esta lista. Seguro que te los ganas a todos y te ven como un profesor cercano.
La gente subestima su capacidad frente a las dificultades. Por poner un ejemplo, esta es la reseña de la novela "Cero absoluto" por Vicente Luis Mora, que es o era director del centro del Instituto Cervantes en Nuevo México.
Esta es la reseña de "Cero absoluto" por nuestra Sra. Presidenta (a la sazón, 14 años de edad).
Queda patente que no ha sufrido en absoluto con "los códigos narrativos de Fernández, sustentados en la fragmentación, la elipsis, la intertextualidad, el visualismo compositivo, el collage y el cuidadoso y variado tratamiento de los diálogos", ni con los niveles macrosocial y psicológico de la obra, de los que habla Mora.
Y no digo que la novela valga para algo, sospecho que no es exactamente el caso, sino que no es obligatorio que los niños de 14 años lean "El pequeño vampiro" o "Charlie y la fábrica de chocolate", dos cosas que me hicieron tragar a mí a esas edades.
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De los libros que he dicho, yo, a los 33 años, no llego al fondo de prácticamente ninguno (o ninguno). En la mayoría, ni me acerco al fondo. Pero eso no es obstáculo para que cada uno saque del libro lo que pueda si le apetece leerlo, con tal de que no diga: "Buf, yo con esto no voy a poder".
Lo esencial es no dejarse intimidar; siempre me he dicho: "Este señor pudo pensarlo, luego yo puedo entenderlo si me lo propongo".
Sí, bueno, eso es como cuando yo digo "Si ese señor pudo fotografiarlo, ¿qué coño hago yo?" y ya ves, no es el caso.
Claro, pero yo no digo hacerlo yo ni entender cómo lo hizo, sino entender lo que hizo. Eso sí que lo haces.
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