Quizás los viejos del lugar recuerden que "estoy escribiendo" una novela. Aunque escribir, lo que se dice escribir, no he escrito nada desde el verano pasado, sigo dándole vueltas. Como me he pasado el año viajando de un lado a otro en autobús, voy aprovechando esos ratos para pensar en el tema.
Siempre he querido escribir una novela. El enfoque que habría dado a la cuestión siendo más joven sería: invento una historia, me pongo a escribir y me sale un clon de cualquier cosa que haya leído (y yo nunca me doy cuenta). Sin embargo, como he contado alguna vez, a los 23 años me cayó encima la idea de que escribir me alejaba del propósito de escribir algo que tuviera sentido. Así que, durante un puñado de años, no escribí nada y me dediqué a hacer otras cosas como mi tesis y otras tareas científicas. Que también había que escribirlas, claro, así que la cosa tiene algo de trampa.
Al retomar la idea de escribir, descubrí con sorpresa que ahora tengo organizada la cabeza de un modo diferente. Cuando pienso en la novela, no se me ocurren ideas para el argumento ni para los personajes: como me dijo Bliss cuando le conté mis ideas hará un año, lo que me estás contando no es una novela sino el comentario de texto de una novela. Efectivamente: podría disertar largamente sobre todo el contenido implícito en su primera frase. Por qué se utilizan unos verbos y no otros, dónde entran y salen los temas y cómo y por qué presenta el mundo en que viven los personajes; en suma, por qué tiene que ser esa y no puede ser otra.
Eso sólo presagia, claro, que como novela la novela va a ser un desastre, pero eso es otro tema.
Pero no puedo hacerlo de otra forma, ya que tengo la cabeza estructurada así por diez años de hacer matemáticas ocho o más horas al día. Teorema: En el suelo de la estación... Demostración: Y aquí vendría media hora de rollo de "por qué tiene que ser esa y no puede ser otra".
Una característica curiosa de la futura novela es que no he inventado ningún personaje ni incidente argumental. Me han ido viniendo a la cabeza, en desorden, como por pura necesidad.
{Y aquí tengo que explicar una cosa. Yo solía pensar que, efectivamente, escribir consiste en escribir lo que uno quiere decir: para cada cosa que uno quiere decir, existe exactamente una sola forma de decirlo. Si uno quiere decir que el niño saltó la valla, escribe: "El niño saltó la valla". Si quiere decir que el niño cogió carrerilla y saltó la valla, escribe: "El niño cogió carrerilla y saltó la valla". El problema sería saber qué es exactamente lo que quiere decir y por qué quiere decir eso y no otra cosa parecida.
Un día se me ocurrió que, si eso fuera cierto, uno tendría que ser capaz de saber exactamente qué quiere decir y sólo habría una novela posible -una frase de una novela de largo- que dijera exactamente eso. Aquí abandoné esas ideas, por pura reducción al absurdo, ya que, en términos prácticos, a mí no me da la cabeza para tener una novela entera en ella y discernirla entre miles y miles de otras novelas potenciales.
Me dije: cuando escribas algo, mejor será que abandones estas tonterías que no son sino una matematización ilegítima de los significados y vuelvas al redil, y te pongas a escribir, hala, a lo que te salga, como todo el mundo sensato. Me dije: si eso fuera así, uno podría partir de las primeras palabras y obtener por deducción todo el resto de la novela. Por ejemplo (y aquí puse la mente en blanco y me dije lo primero que se me ocurrió): "En el suelo de la estación, había". ¿Qué había? ¿De qué era la estación? ¿Qué hace allí el personaje? ¿Por qué la narración comienza entonces? ¿Por qué importa qué había en el suelo de la estación? Me dije: si eso fuera así, tirando del hilo podría responder todas esas preguntas, y sólo habría una respuesta posible, de cientos de páginas de longitud.
E insisto: ¿bajo qué circunstancias debería empezar una novela explicando qué había en el suelo no de "una" sino de "la" estación?
Ya digo que abandoné esas ideas por pura lógica, diciéndome: si es que eres tonto, muchacho.}
En fin, el caso es que mi novela empieza como he dicho: "En el suelo de la estación..." y luego, claro, dice qué es lo que había. Al final de la novela, el lector y yo compartiremos paradigma y, en la segunda lectura, sabrá por qué tiene que empezar en la estación, y por qué es necesario que haya eso en el suelo. Y, a partir de ahí, la relectura ya no será una relectura, sino la lectura de otra novela (dos por el precio de una).
Para qué negar que aún no estoy seguro de qué había en el suelo, pero ya sé muchas más cosas. Hoy, de repente, me ha venido otra pieza a la mente. No guarda ninguna relación con nada de lo que sé de la novela, y no sé, técnicamente hablando, cómo atarlo a lo que conozco de la narración... pero sospecho que encajará perfectamente con futuras revelaciones del argumento. Ya me he acostumbrado a que el inconsciente me haga de guionista. Yo pongo el "comentario de texto" y él inventa la novela a la que le corresponde ese comentario.
Lo más molesto de este extraño "método" es no tener aún ni idea de la longitud de la novela. A eso es a lo que tengo más miedo: coger una novela de 400 páginas y escribirla en 200, o viceversa, precisamente por no saber nada del oficio de escribir. Coger una novela de diez personajes y escribirla con cinco, o viceversa. Intentar encestar con el pie, vamos.
Menos mal que se acerca el verano, y voy a volver a tener tiempo que dedicar al proyecto, que ya tengo muchas ganas. A ver si, tras unos meses, ya ha ido quedando casi todo claro.
A veces estoy convencido que he dado con algo grande, nuevo. Otras me parece que voy a parir un engendro impublicable. Está claro que quien sea realista nunca hará nada.
Las conjunciones
Hace 1 día
8 comentarios:
¿Y por qué es un problema el tema de la longitud de la novela? ¿Qué importancia tiene eso? No lo entiendo. Si una historia necesita 200 páginas no tiene sentido escribir 400.
¡¡Oye pollo!!... que como me tienen abrasado a curro me olvidé ayer del aniversario del final de álgebra I (a estas alturas ya está en plena edad del pavo :). ¡¡Muchas felicidades!!
Ni se te ocurra irte de vacaciones sin decirnos que había en el suelo de la estación.
Ni se te ocurra, Por dios.
Estoy disfrutando mucho con la lectura de tu novela. Pero danos algo más.
Parece ser que las mentes inquietas siempre tenemos proyectos inconclusos, que nunca acabamos de realizar, y que tienen que ver con escribir y lo literario.
Sobre la extensión, no dudes ni por un momento, brevedad ante todo.
Bliss: Si la novela está montada en torno a un argumento, puedes hacerte una idea más clara de lo que ocupará. Mi problema será el inverso: decidir cuándo tengo suficiente argumento pero sin pasarme para no tratar de meter demasiadas cosas.
Sr.R: Gracias, cualquier día ya me empieza a salir por las noches, y vaya preocupación...
Borjano: Menos mal que tengo quien se ría de mí sin mala fe.
Instan: Prometo no poner más pseudociencia de la necesaria ;)
Ese comentario era mío desde los países pacenses. No me di cuenta de que Bliss tenía la ídem abierta.
Bliss ten cuidado que empiezan a abducirte el ordenata.
Pedro yo me rio mucho comtigo, jamás de tí y por supuesto sin mala fé.
Por cierto correnbuenas nuevas respecto de tu persona para el año que viene, de las cuales no tengo tu confirmación, ya me contarás, si te veo. Un abrazo
Lo del ordenata lo tengo asumido, lo que me preocupa es la abducción de la personalidad, grrr... :S:S
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